lunes, 31 de diciembre de 2018

Rara Avis

La encontré leyendo una frase de De Saint-Exupéry que bien podría haber escrito ella: "Me pregunto si las estrellan brillan con el fin de que, cada uno, encuentre algún día la suya". Miraba pensativa una foto en blanco y negro de un niño jugando sobre la arena de la playa, quizás encontrando uno de sus diez mil porqués, o quizás absorta en sus pensamientos, con un brazo cruzado y el otro sosteniendo el mentón de manera pensativa.

No me di cuenta de que me miraba de reojo y estaba atenta a cada una de mis movimientos dentro de la galería. La miré, sonriendo, pensando en lo hermosa que estaba en ese momento, tan enigmática y sensual, reprimiendo mis deseos de ir por detrás a abrazarla.

Bajamos las escaleras, y caminamos de la mano por las calles atestadas, con la timidez de un beso en la mejilla y la complicidad de una mirada que hace que las mentes se conecten, y la seguridad de haber encontrado todo aquello que nunca pensé que existiera y jamás pensé hallar.


"Quisimos vivir lento pero el mundo es un trapecio" (Rapsusklei).

viernes, 21 de diciembre de 2018

Iglú

La paz de un abrazo fuerte y la calma de una mirada intensa, de esas que, sin pestañear, son capaces de disolver todos los males que aquejan al alma. Como si nos tumbáramos en la cama y pintáramos en el suelo un círculo con sal de roca para poder descansar, e impedir que nuestros demonios nos atormentaran. Como si dibujáramos una cruz de sangre para que los arcángeles no vinieran a asesinar nuestros sueños.

Los brazos donde nos sentimos protegidos, donde no llegan las gotas de lluvia de la tormenta, que te protegen de los vientos del norte, donde el sol no quema la espalda. Los brazos a los que llamo refugio, y donde quiero quedarme a vivir.

Tus brazos. 

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"Porque así somos los dos, que me maten si cambiamos..." (Walls).

domingo, 16 de diciembre de 2018

Caronte

Un coro de cuervos graznando al salir del portal mientras diluvia dentro de mí y la horizontalidad reina. Un día plomizo para el alma aunque los rayos de sol bañen mi tez. No sé si los pájaros ríen o cantan, o si entonan un réquiem por mi alma, y yo, de manera extracorpórea veo la situación desde una nube negando con la cabeza. La balanza se inclina, después de que todo lo bueno se desparrame por el suelo ante los pasos de un monstruo interior.

Suenan gaitas, recitan canciones prohibidas, mientras envuelto en sábanas blancas tomo posesión de un altar de madera. Dos monedas, una por ojo, como antes en Atenas. El incendio de todo, la purificación, la pira donde del polvo se unirá a las cenizas...

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“...sigo siendo ese vagabundo incapaz de hacer feliz a lo que más quiere en el mundo” (Rapsusklei).

sábado, 15 de diciembre de 2018

Azar


Recorren tus manos con pulso firme mi costado dibujando figuras sobre cada una de las cicatrices de las puñaladas que soledad impuso en él, auscultas cada uno de mis latidos pensando si realmente mi corazón sigue vivo o agoniza. Tus pupilas se clavan en las mías hablando más que las palabras mientras las manos se entrelazan, y gritan lo que las bocas callan.  

Las agujas del reloj se aceleran dando vueltas sin sentido, robándonos el tiempo de los besos, las caricias y el sexo, haciendo que suenen las veinte alarmas que van desde las 6.40 a.m. hasta veinte minutos después.  El café recién hecho, el olor a pan tostado, tus brazos rodeando mi espalda. Sonreír y besar con los ojos hinchados,  ver y sentir a la mujer más hermosa del mundo nada más levantarse a escasos centímetros de ti.





"Mírame y dime que no somos el más bonito accidente que jamás viste" (Arri).

sábado, 8 de diciembre de 2018

Invictus


Subir a los tejados de la ciudad, encaramarse a los muros y dejar los pies colgando desde un décimo, con la espalda apoyada en una tapia en forma de “L”. Unos minutos dejando la mente en blanco, observando, sin pestañear, las luces de la ciudad entre la niebla. Momentos de ataraxia, como la paz inapreciable del interior de un agujero negro, o como el segundo antes del harakiri del samurái. Respirar hondo y salir del trance. Volverse invencible.

Hace tiempo que tatué aquella frase en el costado, sin que nadie preguntara el porqué, por qué grabé con tinta la palabra dolor con aguja de perfilar. Un recuerdo escarificado que marca el sendero desde dónde vienes hacia dónde quieres ir. Un camino en el que pocos entenderán el precio de perseguir los sueños.

Por eso quise aprender a leer las almas antes que los labios, a interpretar lo que gritan los ojos y callan las lenguas, a no preguntar, sino distinguir, y apreciar la belleza en las ojeras violáceas y en los ojos hinchados, en los dientes tintados de amarillos del café, en las heridas de los pies por andar descalzos en pedregosos caminos, en la sangre que brota de cada herida y en la lágrima contenida de cada fracaso.



“...si aún quieres desaparecer un segundo, todo irá bien” (Whisky Caravan)

martes, 27 de noviembre de 2018

Furacán

A veces somos un estado de ánimo. Otras, una sombra, imperceptible para el resto de la humanidad. Mi sensación, es que todos somos, o tenemos, una pequeña llama en el interior, ínfima, el tierno fruto de una chispa, que espera, incandescente entre la yesca, suspiro para crecer.

El viento de un suspiro, como el luscofusco del atardecer, pura magia que se transforma en un acelerante, en material inflamable, en el sentido de la existencia. El mismo que se torna refugio en la tormenta, que protege y cobija cuando la lluvia jarrea y el cielo truena y relampaguea.

Ese mismo viento que arrecia sobre cada centímetro de mi piel, y que se vuelve tempestad barriendo a los poetas de mierda de las aceras, haciendo que cumplan sus promesas: "Moriría por ti". Procede cabrón. Yo viviría por ella. 


"Ayer quise hablar con mi yo de hace diez años pero se negó diciendo que no hablaba con extraños" (Piezas)






miércoles, 21 de noviembre de 2018

Moraleja


Recuerdo cómo con quince años nos tirábamos por los cortados de la Labranza El Alto, con unas bicis de montaña que apenas frenaban, con un casco que nos quedaba grande y sin miedo a despeñarnos. Cierto es, que alguna vez hubo un susto, algún derrape y llegar a las doscientas pulsaciones quedándote a escasos centímetros de una caída de diez o doce metros.

Años después, he vuelto a subir a aquella cima, y he vuelto a asomarme a aquel precipicio. No había cambiado nada, mismo terraplén, mismos saltos y misma caída, pero me he negado a bajar, autoconvenciéndome de que para hacerlo, habría que estar loco.

Entonces, ha sido cuando me he dado cuenta de lo peligroso que es hacerse viejo y volverse un cobarde, dejando que los miedos te dominen. ¿Cuántos quisieran volver a esos quince años? Yo lo tengo claro.

Elegiría volver a vivir sin miedo.


"Los pies al filo del barranco..." (Soge Culebra).

domingo, 11 de noviembre de 2018

Mimo


Llegará un momento en el que las palabras carecerán de sentido, se sellarán los labios, estallarán los verbos, se suicidarán los pronombres, implosionarán los adverbios, y aquellas palabras carentes de sentido, como los tequieros, empezarán a cobrar significado.

Hablarán los ojos, cuando sentados frente a frente, descubra los nuevos colores de tu iris, cuando las midriasis de las pupilas supere al rubor de la vergüenza. Las manos comenzarán su discurso con caricias, recorriendo cada surco, explorando los desiertos de la piel, los lugares más recónditos donde nadie antes llegó jamás. Se crearán nuevos recuerdos con cada gota de esencia con el hedor del sexo sucio y la colonia sin marca. Bailarán nuestras cabezas la danza secreta de las serpientes antes de que el son del rock and roll nos incite a besarnos.

Y entonces, las palabras mudas, cobrarán sentido.



"Lo único que temo perder en la vida es tiempo,
no le temo a caminar por donde pueda caer,
claro que le temo a que mañana cambie el viento,
pero el miedo no va hacerme nunca retroceder"
Gritando en Silencio - Como si no hubiera nada más.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Esencial

De un frente a frente, de un ombligo a ombligo, de la simbiosis de dos labios sedientos pasamos al entrelazar las manos en un estado narcoléptico. Sin estar demasiado atentos, sin ver demasiado bien con los ojos, descubrimos nuevos paisajes sobre la piel.

La rugosidad de las cicatrices sobre la espalda, o el alma, el tacto diferente, como si una carcoma invencible nos hubiese consumido por dentro. Un síntoma, o una enfermedad. Un dolor tan intenso que hiciera que la carne se plegara sobre sí, y nos disfrazara de saurios de sangre fría y tez impenetrable. La belleza más pura mostrando la cara más amarga del fracaso.

El saber que lo más esencial, es, a veces, imperceptible a los ojos. Que es necesario cerrarlos, escuchar los latidos colocando la cabeza en el pecho, respirar el mismo aire, y recorrer con caricias cada una de las bregaduras que el paso de la vida dejó en nuestros cuerpos, para así, llegar a comprender por qué a veces, el Edén no está tan alto, ni el Infierno tan profundo. 


"Yo cogí mis alas rotas y las guardé como un tesoro,
el tiempo lo cura y a la vez lo mata todo"
(Locus ft Dante)

viernes, 2 de noviembre de 2018

Luna


Pasar de contar estrellas en el balcón a salir a encontrarlas. Caminar buscando una luna que ande sola como cantaba el Robe. Dejar de apuñalarme el vientre tres veces al día.

Encontrar una paz sustancial en el valor de una caricia o de un beso.

Pensar demasiado poco, tener demasiado miedo. Sentir cómo el prisionero de entre las costillas muerde los barrotes, el sabor metálico en la boca, y esa extraña sensación de volar sin alas. El vértigo del abismo, el barranco de tu cintura, morderte un labio, cerrar los ojos. La tormenta descargando, y preparar veinte puntos de sutura nuevos, por si las moscas, todo por el placer de saber que…

…piel con piel, se duerme mejor.



"De un acierto hago un disgusto y de un disgusto un carnaval..." (Noprocede)

lunes, 29 de octubre de 2018

Tarde


Cuando te acuerdes de mí será ya demasiado tarde.

Los gatos maullándole a la luna, el fuego en los pies, la escarcha en el alma, y darse cuenta en ese mismo instante del valor de los pequeños gestos. El beso en la frente y la taza de chocolate caliente al llegar con la nariz congelada y los copos de nieve entre el cabello defenestrarán las últimas botellas de Moet en aquel garito pijo.

Cuando te acuerdas mí, es ya demasiado tarde
.
Los perros ladrando mi nombre, los gatos ronroneando el tuyo. Recordando los yermos páramos del amor, donde sólo follábamos, como delante de aquel espejo, como atada a aquella cama de pies y manos, vendada y sensitiva. Cuando los mordiscos no dejaban cicatrices, ni los arañazos en la espalda, y jugábamos a ser dioses griegos entre las sábanas.

Cuando te acordaste de mí, fue ya demasiado tarde.

Puse tierra de por medio, vacié en los ríos la tinta de mis venas y dejé que éstos te cantaran mis últimos sonetos. Por este bufón del tres al cuarto, disléxico de emociones hasta que te vio, por este contable de latidos perdidos, por este payaso cuya máxima aspiración en la vida no fue robarte un beso, sino sacarte una sonrisa.


"Y enterrar a tres metros bajo el suelo, en una caja la pena y el miedo" - (Noprocede).

martes, 16 de octubre de 2018

3 a.m.

Y salimos del bar en mitad de la tormenta, sin paraguas, sin complejos, sin apenas remordimientos.

No corrimos a los soportales, caminamos bajo la lluvia saltando sobre los charcos, intentando lavar el alma, vaciar la mochila del pasado, resetear la mente y curarnos el alma. Deseamos que se nos calara la ropa para tener excusa para subir a casa. Jugamos a quitárnosla con prisa, a modernos, a besarnos, a tatuarnos las caricias en la piel, a quedarnos pegados por el sudor mientras follamos, a dormir abrazados, fingiendo que nos daban miedo los truenos y los relámpagos.

Nos despertó la mañana, con el sonido del viento que arrastra las semillas de los dientes del león y las pestañas sopladas, con el silencio que construyen los deseos de madrugada...

Y no tuvimos miedos, remordimientos, ni complejos, para decir "no te marches", ni contestar "yo me quedo". 

Qué bien te queda el vestido de escarcha - Vito.




jueves, 6 de septiembre de 2018

Constantinopla

El ceño fruncido, la mirada iracunda, los dientes apretados, casi más que los puños, los nudillos ya pelados de pelear a muerte contra todos los demonios que habitan en mí, sin ser capaz de vencerlos. El fuego rodeándolo todo, el calor, el sudor resbalando por cada centímetro de piel. Mi guerra eterna, sí, mía, y de nadie más, contra las circunstancias, contra el mundo, contra todo, contra todos, y sin ser capaz de doblegar el espíritu, sin rendirse, sin pestañear, sin notar, cómo, a cada uno de los golpes recibidos, el alma se ha ido resquebrajando hasta quedar hecho astillas. 

De repente, el derrumbe. 

Entre las sombras apareces, con túnica blanca y trenza romana, caminando entre llamas y demonios, te acercas y me miras. Te agachas y acaricias mi rostro, y te miro a los ojos...

Y despertamos, sin abrir los ojos, en el mismo bar donde te dije que no te enamoraras de mí. Te separas de mis labios, asustada.

Me miras desconcertada. El labio te tiembla, y hasta las manos. Los ojos se tornan vidriosos... Yo sigo impertérrito, esperando que gesticules, o me beses, o me hables. Cambias tu mirada, mezclas dulzura y misterio. Suspiras y me abrazas con ternura, agarrándome fuerte la espalda, mientras me susurras al oído: Creo que somos dos bonitos monumentos en ruinas.



Quiero mirarte a la cara y decir que sí (La Desbandada)

viernes, 31 de agosto de 2018

Índico

Estábamos en uno de esos sueños raros de los que nunca te quieres despertar.

Apareciste entre el mar y la arena, vestida de agua y sal, aún chorreando agua por cada uno de tus cabellos. Los ojos del color de las playas del Índico en Bali, la piel tostada y suave por la que las gotas echaban carreras suicidas hasta tocar el suelo. La sonrisa descarada y brillante, mientras te acercas a mí escurriéndote el pelo. 

Te sientas a mi vera, me sonríes y me acaricias el pelo, pasas tu mano por mi barba y te tumbas a mi lado. Mis manos empiezan a jugar con las tuyas, te busco las cosquillas y se te escapa una carcajada. Me abrazo a tus piernas y muerdo la parte de abajo de tu bikini, intentando quitártelo a bocados, sin vergüenza alguna. Sigo jugando con tu cuerpo, mientras tú juegas con mi corazón sin que yo me haya dado cuenta, y siento de cerca la serenidad y la calma, la paz más absoluta cuando me hundo en tus ojos, cuando me miras y dejo de sufrir por un momento.

De fondo el tic-tac del un reloj al que se le escapan los segundos, se le vuelan los minutos y se le destrozan las horas cayendo al suelo, como los besos que nos damos, que nos tiramos, que se nos olvida darnos, como las caricias que con arena pintamos en nuestras pieles. Y te despides de mí con un beso, diciéndome, que es hora de despertar...

Y desde entonces, todos mis insominios, llevan tu nombre.


"Los besos son gatos con más de ocho vidas" (Whisky Caravan).

sábado, 18 de agosto de 2018

Instrospección

- Creo que no deberías enamorarte de mí-dije apesadumbrado-.
- No entiendo por qué dices eso-dijo ella agarrándome las manos y mirándome a los ojos.
- Cierra los ojos y vuela conmigo, te lo enseñaré -y la besé.

Empezaron a fluir los pensamientos, las emociones, los secretos más oscuros. El tiempo se paró. Nadie más en aquella estancia podía ver, oír o sentir lo que en ese momento ella experimentaba, todo aquello que yo ya sabía. Comenzó sumergiéndose en el abismo de mis pupilas.

Un vergel de emociones convertidas en torbellino donde la risa y el llanto se mezclaban, donde la alegría bailaba un vals con la tristeza, y la ira permanecía atada a una camilla como el Dr. Lécter. Una habitación oscura, un anciano escribiendo con pluma, en el suelo cristales rotos, una botella de vino vacía, dos guantes de boxeo con la piel descamada, una margarita deshojada, las semillas de los dientes de león junto con las pestañas sopladas. Un cristo boca abajo y girado contra la pared. 

Y entre la podredumbre, el llanto de un bebé que desconcha con luz la oscuridad de las esquinas, que transforma al viejo en joven, y éste cambia la pluma por los guantes... Asómate a su cuna. ¿Te has visto? Eres tú con de pequeñita. 

Abriste los ojos... y me ahogué en ese azul intenso que tienen tus ojos.



"El mar siempre vencerá a la roca" (Arri).

viernes, 20 de julio de 2018

Salto de fe

No.

No me aguanto ni a mí mismo, cuanto menos al resto del mundo. Empiezo a cuestionarme si Darwin se equivocaba con la evolución o Spencer con la lucha del más fuerte. Eso ya no sirve. Cuando aguantas, cuando persistes, cuando resistes más de cien huracanes y tres mil tormentas, y justo cuando vas a tocar tierra quedas encayado en un arrecife, te preguntas si en realidad todo lo anterior mereció la pena. 

Hoy no vengas. No me mires. No me abraces. No me quieras. Ódiame tan fuerte como desees. Maldíceme. Insúltame. Olvídame. Escúpeme. Hoy no soy un ser humano, sino una sombra difuminada que cree que vive por el simple hecho de respirar, un misántropo empedernido asfixiado por el hastío que no es capaz de hablar. 

O ven rápido. Corre. Sálvame del peor de los enemigos, del insulto que escupe el espejo en forma de reflejo, de las violáceas ojeras, de mí mismo. Bésame hasta que se me cuarteen los labios, hasta que la piel se desescame y se caiga a tiras. Fóllame tan fuerte que olvide mi nombre, que la oscuridad de mi alma salga corriendo, que el sol se retrase unos minutos por dejarnos acabar. 

Y después no te asustes cuando veas las cicatrices que el paso del tiempo ha dejado en mi cuerpo y las heridas del alma que aún sangran. Acaríciame, bésame la frente, y dime que todo saldrá bien aunque sepas que es mentira, yo me lo creeré. 




martes, 10 de julio de 2018

Niebla

No sé si te he dicho que antes de acercarme a hablar contigo, he ensayado treinta veces este instante por los pasillos de mi mente, imaginando cómo sería.

Disculpa si se me lengua la traba, no sé si es el alcohol, o los nervios, o la torpeza y oportunismo que tengo para joder estos momentos. 

Le he rogado a Dios siendo ateo para que fueras algo más que un estereotipo, rezándole para que fueses otra especie en peligro de extinción como yo, que la tinta que llevas sobre la piel fluyera por tus venas y le diera forma a cada uno de tus pensamientos, que ese cuerpo de sirena fuera impulsado por una mente maravillosa dispuesta a comerse el mundo con los dedos. 

Entonces se inclinó hacia mí sonriendo, silenciándome con un seseo viperino e imponiendo su dedo índice sobre mis labios. Se acercó a mi oído y en susurros me dijo "No corren buenos tiempos para los poetas. Me besó en los labios, se vistió de musa, me guiñó un ojo, me llenó la copa y me escribió un verso incompleto de Neruda: "...para tu libertad bastan mis alas..." 

Quedé anclado a aquella barra esperando, haciendo un puzzle con los pedazos de su corazón roto, porque a los treinta no hay ningún corazón intacto.



lunes, 2 de julio de 2018

Shibuya

Cruzas de norte a sur mis pensamientos de vez en cuando, con descaro.

Llevas puestas las cuñas altas, los vaqueros rotos y un top ajustado. Vistes tu mejor sonrisa, la de niña buena, la de ángel pícaro que se coloca el pelo detrás de la oreja mientras baja la mirada al suelo. Y me miras, a lo lejos, desde la mitad de la calle, dejándome vislumbrar un tatuaje indescifrable de tu espalda.

No me muestras tu rostro, no me dices tu nombre, sólo dejas ver cómo tu sombra recorre mis eternas avenidas con un libro de Neruda y una rosa con espinas bajo el brazo. Dejas el perfume detrás de ti, la esencia de la libertad, la rebeldía de tus caderas al caminar, como miguitas de pan para que, en algún descuido, me agarres por detrás, me tapes los ojos y me acaricies el alma.

Esta noche te esperaré en la encrucijada, donde mi vida quiera dar un giro de noventa grados o acelerar sin mirar atrás, bailando solo, como los locos, al son que marquen los ruidosos pedazos de mi alma al chocar unos con otros.


jueves, 14 de junio de 2018

El Emplazado

Haz una introspección y no verás nada.

Tan sólo un desierto de sal, un páramo yermo donde nada crece. Cierra los ojos, intenta escuchar una voz que te guíe. El silencio contestará con alaridos. Olfatea el viento, intentando encontrar un olor familiar, un rastro de vida, un recuerdo inerte. Nada.

Bienvenido al cementerio de los románticos. 

Has envuelto en una paño de marcado acento romano los restos de un manido corazón palpitante. A cada latido, un poco más de veneno, a cada memoria, un centímetro más de herida, por cada promesa incumplida, un gramo de sal en ella. 

Un bandada de negros pensamientos se ciñe sobre ti, formando una nebulosa que no te deja ver el sol. Embalsama el corazón, riega las cicutas y ortigas que nacen de tu costado, sumérgete en el agua y deja que los bueyes del agua te embistan, limpiando tu ser, purgando la ponzoña, apretando tus purulentas llagas, repletas de odio, cargadas de incomprensión, y prepárate para un nuevo amanecer.


[Basado en el Romance del Emplazado, de Lorca].

martes, 29 de mayo de 2018

Tennessee

Salir a la calle y sentir la lluvia, bailar bajo ella, saltar los charcos o chapotearlos. Ver cómo por los regueros que ésta forma van descendiendo los restos de tiempos pasados, de corazones rotos, carcomidos, roídos por las ratas o picoteados por los cuervos. Y cómo, detrás de ellos, corren a ciegas recolectándolos, cientos de nuevos poetas de mierda, sin darse cuenta de que su falsa tristeza gris empieza a desteñir, impregnándolo todo, dejando a la vista la oscura bestia bastarda que vive bajo su piel. 

Yo veo todo esto desde detrás de mi ventana, descojonándome, con una copa con dos hielos y una botella de Jack Daniels, un folio en blanco y un boli bic.

La misma que escondías detrás de tu culo cuando venías a verme en lencería fina, el mismo licor que emanaba de tus labios cuando me abrazabas por detrás besándome en las mejillas, escueta de ropa, candente de pasiones. El mismo que era testigo de cómo tirábamos todo al suelo, nos arrancábamos la ropa y follábamos sobre el escritorio. 

Vuelve a visitarme con esa botella. Bésame esta noche. Abrázame mientras explota el mundo. Fóllame y no me dejes dormir, hasta que un futuro demasiado cierto nos atrape...

...el saber que serán los nuestros los siguientes corazones descuartizados que arrastrará la lluvia. 



"Le pedí a Dios que te protegiera siendo ateo" (Arri).

sábado, 26 de mayo de 2018

Agujeros de gusano

Se han escapado los días en los que caminábamos desnudos por la arena de la playa, en los que construíamos cabañas junto a lagos, en los que vestíamos las paredes con gemidos y flujos. Ahora vuelan gaviotas con la brisa del mar sobre los restos de nuestros castillos de arena, aquellos que el mar destruyó para escribir nuestro epitafio y que volverá a borrar para reescribir nuestros destinos.

Las horas perdidas llaman a la puerta, obedeciendo a un dios impetuoso y cruel llamado Tiempo, intentando que vuelen reproches, palabras sucias llenas de rencor, emborronando todo lo que un día fuimos. El estrés golpea las cabezas, la tuya, la mía, destroza corazones limpios, contamina emociones y sentimientos, atenaza el pecho, hundiendo sus garras justo por debajo de las costillas y dejándonos sin respiración. Aguanta el golpe. No te hundas.

Dentro de poco, seremos dos universos paralelos, dos realidades distintas, dos caminos que se miran sin llegar a tocarse, pero que se recuerdan, charlan y sonríen.




domingo, 20 de mayo de 2018

Noches

Le tengo miedo a las noches, a apagar la luz y que vengan tus recuerdos a mi mente, a que ninguno de los malos momentos se presente, y me obligue a recordarte tal como eres. 

A la sonrisa de niña pequeña, a la inocente sensualidad de una nínfula entrada en edad. Al tacto suave de tu piel, al despertar abrazados. Al disfraz que nos poníamos para evitar admitir que estábamos hechos pedazos, que éramos irreconstruibles. A los besos y abrazos que sólo fueron cuidados paliativos, dulces y mórficos, que nos llevaron hasta el punto omega. 

Nos despedimos sin decir adiós, llorando por una segunda parte, cuando yo esté menos roto, cuando tú estés menos descosida, cuando queramos volver a vernos, cuando queramos cerrar la herida.



"Se llenan los sumideros de palabras, de promesas, de tequieros..." (Martín Romero).

miércoles, 18 de abril de 2018

Dos rombos

...ha decidido seguir mis huellas ensangrentadas, hacer como si no hubiera pasado nada, llamar a mi puerta, donde colgaba mi esquela, y preguntar si aún vivía allí. No le importaron los nidos de cuervos, ni el alambre de espino, ni los campos de minas, tampoco la oscuridad perpetua, el olor a cerrado, ni las decenas de botellines de Mahou cinco estrellas tirados por el salón. 

Abre la puerta y me encontra como otras tantas veces, en pantalón, frente al espejo, dudando sobre qué coño hacer con el pelo de mi barba. 

Me abraza por detrás, por debajo de mis hombros hacia arriba, y coloca su cabeza detrás, quizás para cercionarse de que no haya ningún impulso eléctrico. Después asoma la cabeza y sobre mi hombro y me susurra al oído una de esas mentiras que tanto me gustaba oír: "Te he echado de menos". 

Estallan en pompas verdes algunas de las mariposas vomitadas, otras, alicortadas, intenta trepar por el borde del lavabo, las menos, con un ala completa se suicidan intentando echar a volar. No hay mucho más que decir.

Una mano al cuello, la otra a las manos, y un beso mordido con rabia y lascivia, en los labios, mi mano bajando por tus senos, mi lengua rozando tu cuello. Te encorvas mientras te sigo recorriendo, el piercing de tu ombligo, un pellizco. Mi nueva habilidad de desabrochar tu falda con una mano, bajar la cremallera y palpar por dentro de tu tanga. Me miras a los ojos y exhalas. Sabes lo que va a pasar. Y no pestañeo. Índice y anular haciendo círculos por dentro, llamando a las puertas del cielo, antes de que se abran y salgan tus flujos. Otro beso, casi sádico, cuando se abre tu entrepierna, y tus ojos se cierran. 

Caen al suelo las vergüenzas, la falda, los miedos, los insultos, mis pantalones, tu tanga, las veces que nos hicimos daño sin querer. Te apoyas en el lavabo, frente al espejo. Yo me agacho, tú te inclinas, y me dejas hacer esas cosas que tanto nos gustaban, lengua, dedos, cavidades corporales, saliva y flujos, gritos y temblores, casi mareos. 

Después me incorporo, y te penetro, mis dedos a tu boca, la mano a tus caderas, tu culo hacia atrás. Empujas. Empujo. Nos miramos en el espejo, sin reconocernos pero sin parar, mi mano en tu pecho, con el sudor resbalando por cada centímetro cuadrado de nuestra piel de lobo, piernas abiertas, pezones duros, gemidos de placer, nombrar a Dios en las tres décimas de segundo anteriores a corrernos. Los temblores, la flojera de piernas, la paz inmensa de diez segundos al sentirnos vulnerables que desaparece cuando subes tu falda y yo decido seguir escrutando mi tez, pensando qué cojones hacer con mi barba. 



"Acércate despacio y cómeme deprisa que me sobra todo menos tu piel" (La desbandada)


viernes, 6 de abril de 2018

Alma

Sale del bar y suspira, mira a la luna mientras le da un trago a su gin tonic. Ha dejado la marca de sus labios en el borde de la copa, carmín rojo, del color más fuerte de las pasiones, del sexo más salvaje, de la sangre y los mordiscos en los besos, del polvo rápido frente al espejo del baño del bar, oscuro, donde  permanezco sentado.

Vuelve a mirar a la luna, y se enciende un cigarrillo, se coloca las gafas. Exhala y vacía el humo de sus pulmones, echándolo hacia arriba, y se frota la frente buscando la respuesta a sus porqués. Y sin querer le vienen los recuerdos, escondidos detrás del perfume de un desconocido que pasa por detrás. Vuelve a mirar a la luna, y esta vez ésta le devuelve la mirada, acariciándole la cara, con la ternura del que sabe que no hay marcha atrás. 

Mira su pitillo, intentando vislumbrar entre el humo un atisbo de futuro, un rescoldo rusiente de amor, una cara amiga, una follada con ternura, la delicadeza del sexo sucio sin tener que preocuparse por salir corriendo. 

Fuma.

Y se le acercan buitres vendiendo humo y poesía. Lo mira y lo ignora. Se gira, dejando al descubierto su costado tatuado, intentando enmascarar las laceraciones de los amores yermos, de las promesas vacías, de los futuros plenos de incertidumbre, sin saber que la cicatriz más profunda y hermosa es la que lleva oculta. La que tiene miedo a mostrar, la que a nadie deja intentar recomponer, la que lleva en lo más fondo del alma.

Bebe mientras sigue preguntándose si volverá a encontrarse a sí misma...
... en las huellas que dejé llenas de sangre después de que me arrancara el corazón...



Yo tan roto y tú tan descosida....

miércoles, 4 de abril de 2018

CCAVM

Y entre toda la muchedumbre del metro, la vi, y supe que era ella. Intercambiamos miradas, después una sonrisa. Me acerqué a hablar con ella. Sonreía mientras se acariciaba el pelo. Y en aquel momento, supe que era el amor de mi vida, que quería pasar la eternidad de mis días junto a ella. 

La verdad es que no fue así. 

Nos conocimos por Tinder. Quedamos a tomar un copa y echar un polvo, sin mucha más pretensión que quitarnos el estrés de una vida que nos ahogaba. Del bar a su piso, de su piso a la cama. Sudar, cambiar de posición, gritar, macharlo todo. Vestirse y marcharse sin despedirse, escudarse en que mañana trabajo y madrugo. Descuartizar cualquier atisbo de sentimiento y soterrarlo. Llegar a casa y buscar la siguiente cita sin haberme duchado, aún con su olor en mi piel. Escupirle al espejo el "yo no repito", "soy un espíritu libre", "no quiero ataduras", "no eres tú, soy yo...", hacerme más viejo, menos hombre y cortar el alma y el corazón en pequeños pedazos antes de ingerirla después de haberla regurgitado.

Una y otra vez.  Hasta que llega alguien que te abofetea la cara y hace que tiemblen los cimientos de tu materia gris, replanteándote tu vida, dispuesta a caminar por un sendero que finaliza en un banco donde contemplar el ocaso de tus días. 

"Él ya no está aquí, ni se le espera,
no hay noticias de su regreso, ni de su vida entera,
se marchó un día de otoño y murió en la carretera"
(Arri).



Éramos más de cerveza y rock and roll...

miércoles, 21 de marzo de 2018

Armisticio

Conseguiste con una mirada y un guiño que soltara la lanza y el escudo, que se me cayeran los pantalones y el alma empezara a desconcharse. Que se me aceleraran los latidos cuando te acercaste, que se me hiciera un nudo en la garganta con palabras que no salían, que retomara una sensación de vértigo y que mi cerebro colapsara buscando una salida. 

Sí, me impusiste. No fueron los tres gin tonics los culpables de aquella sensación. Embriagado con tu perfume seguía sin entender qué hacías hablando con un tipo así, con el semblante de los locos, de descuido y de olor a jumera. 

Después, tu mano en mi costado, los labios susurrando cerca, la sonrisa pícara, irse a un rincón más apartado, mis manos temblando mientras recorrían tu cuerpo, estremeciéndose con cada caricia. Volvimos, por un momento, a ser dos adolescentes, reviviendo la edad del pavo más cerca de los treinta que de los dieciséis. 

Besos, pellizcos, mordiscos en el cuello, el corazón y el anular unidos haciendo prospección en tus cavidades, fluidos y gemidos. Un azote y un tirón de pelo, bocados en la espalda mientras te follo a cuatro patas. El placer inmenso de sentirme dentro de ti, de ver cómo tu cara se transforma mientras botas sobre mí. El pelo cayendo sobre ella, tapando casi tus pezones. Te muerdes el dedo, me miras, te toco, te excitas y chillas, nos corremos. 

Se apaga el fuego y caes rendida en mi pecho, temblando, como yo. 
Exhaustos. Libres. Jóvenes. Rescatándonos el uno al otro de la locura del mundo exterior, tan solo con una duda existencial: ¿Repetimos?


viernes, 9 de marzo de 2018

Días para la ira


Por las veces que nos quedamos a un palmo del triunfo y acabamos fracasando. Por la sal en las heridas. Por los pasos sin rumbo y los saltos hacia el abismo. Por la incertidumbre de los días, el correr de las horas, el caminar de los minutos y los segundos reptando por el suelo. Por lo que no verán tus ojos pero sí verán los míos. Por los dientes apretados y los nudillos estrellándose una y otra vez contra la pared. Por las jaquecas y el estrés. Por los gritos dados detrás de la almohada. Por las noches sin dormir, las pesadillas recurrentes y la sensación de vértigo en cada amanecer. Por el restallar del látigo de la realidad golpeando el alma, haciendo que saltaran pedazos. Por las voluntades quebradas y por aquellas que aguantaron estoicas en un mar de adversidades.

Ellas. Sólo ellas han visto todo lo que eres capaz de hacer. Ignorar el dolor, seguir caminando, no desistir, empujar más fuerte, más lejos, más alto… 

Agarrarle de la garganta a la vida y susurrarle al oído: “Hoy mando yo”.


"El mejor arquitecto de emociones sumido en la crisis del ladrillo" (Arri). 

lunes, 5 de marzo de 2018

Mística

De entre toda aquella barra, poblada de faunos nocturnos, de pobres diablos, de penas largas de traje y corbata, de realidades tan crudas que odian mirarse en el espejo, me escogió a mí.

Nunca supe por qué. Si fueron las violáceas ojeras, amplias hasta media cara, los pelos rebeldes de una baba descuidada, el leve olor a perfume de imitación o las gotas de mi alma deshecha golpeando el suelo. 

Se acercó como una esperanza vaga, de las que se transforman en brisa y de ésta, se transforma en huracán, en tormenta violenta. Me miró a los ojos y me dijo: “¿Qué pena te aterra marinero?”.

Rebosaba energía, brillo en los ojos, alegría en los labios. Olía a tierra mojada en verano, a los primeros rayos de sol despuntando el alba y tenía las formas de éstos cuando acarician las montañas.

“Estoy a un trago de hundirme en el abismo de tus ojos... para olvidarme de los demonios que habitan  en mi alma, los mismos que me comen vivo desde dentro”.

Sonrió y me acarició la barba, dejando su mano en mi cara y sentí una paz inmensa, un escalofrío agradable. Me invitó a una copa, me besó la boca, y me tocó el pecho. “Ven a mi casa y duerme conmigo”. 

Aquella noche no follamos, sólo hubo cuatro besos rezumando sexo contenido. Me recosté en su pecho, mientras me abrazaba y me besaba la frente y me atusaba el pelo, hasta que nuestros latidos se sincronizaron y me quedé dormido... y tras veinte lunas, mis demonios decidieron tomarse una noche libre. 




Fuimos dos encerrrados en cuatro paredes,
una pregunta, tres palabras, ¿tú me quieres?
cero respuestas, una flor que muere,
diez noches llorando por ti que todavía me debes
(Sin H - Nostalgia y frío III).

martes, 20 de febrero de 2018

Tuareg

Caminando por un desierto de sal, vestido de traje, con los zapatos en la mano y ojeras, un par de manchas de whisky barato en la camisa. La corbata desanudada cayendo como una liana por ambos lados del cuello, tres botones desabrochados, uno de ellos, arrancado. Tres manchas de carmín en el cuello en forma de beso, y en su mano, un cigarrillo incandescente. Huele a perfume barato y a hastío, mezclado con tabaco y alcohol. 

Si se desnuda, verás en su espalda dos alas tatuadas y en su hombro un corazón atravesado por una flecha, con aquel lema que jamás será mentira: "Amor de madre". Dejó de perseguir el amor, y se dedicó al sexo seguro, al polvo rápido en un baño, al que ansía poder y dinero, al que sólo mira a los ojos cuando practica sexo oral. A los errores frecuentes y los deslices de una noche o de dos o tres, a las llamadas de madrugada...

Y así es como Cupido vuelve a casa caminando cada sábado por la noche...

"Y cuando te pregunten por mí,
cuéntales que encallé tantas veces como tiré para adelante" 
(Martín Romero).


viernes, 19 de enero de 2018

Purgatorio

Entré en su pecho de cabeza, sin anestesia, gritando, deseando ver toda la luz que transmitía su mirada, el resplandor incandescente del sol de su sonrisa, la brisa aterciopelada de sus suspiros, la vorágine exacerbada de sus deseos más primitivos, la suavidad de aquellos labios que había besado en más de una ocasión. Buscaba a la lujuria, presente en sus curvas, en cada centímetro cuadrado de su piel tostada, y a la alegría, a las ansias de vivir que de ella brotaban. 

Y una vez que estuve dentro, tuve ganas de salir corriendo. 

Dentro había oscuridad, los sonidos de animales desgarrando tripas y músculos, una vieja encorvada  destejiendo un abrigo hecho de olvido y dolor. Olía a rencor, era casi una presencia, que hacía que el aire se espesara y casi te asfixiara. La angustia de cuatro paredes que se ciernen a tu alrededor, la explosión vacía de palabras sordas, el ruido ensordecedor de los silencios más incómodos, veinte retratos de antiguos amantes, boca abajo y semicalcinados. 

Y entre tanto hastío y podredumbre, vi tu auténtico yo.

Estabas de espalda, mirando con nostalgia las fotografías descascarilladas de los recuerdos, suspirando y rezando a la vez para que se deshicieran entre las manos de tanto jugar con ellas, mirando al suelo compugida,
sin saber,


que si levantabas la cabeza,


 podrías ver el cielo lleno de estrellas.



Entonces me miraste. Y señalé al cielo. Sonreíste.
Me enamoré. No sé si tú también, o sólo éramos dos idiotas.
Fue el descaro de tu sonrisa al decir que estabas bien cuando necesitabas más puntos de sutura que yo.


 Que mientras sonrías.. yo no moriré (Bocanada). 



miércoles, 10 de enero de 2018

Ansiedad

La ansiedad oprime el pecho y me cuesta respirar, como una dominatrix con tacón de aguja en el esternón.

El demonio de dentro de mi cabeza no calla, me susurra al oído todo tipo de mierda. El angelito se fue o está fuera de cobertura. 

Me tiembla el pulso y aparece la jaqueca.
El peso de los actos pasados, los monstruos del armario y de debajo de la cama. Todos mis fantasmas han cogido cita previa y hora para venir a visitarme.

Intento abstraerme. Pensar en la nada. En la oscuridad más perpetua o en la luz más cegadora. Los pensamientos se arremolinan, se hacen un ovillo junto con los sueños, y devanan mi cabeza.

Tengo cáncer en el alma, una metástasis llamada miedo. El cuerpo lucha, pero no es suficiente. Te necesito a ti. 

Protectora, antídoto y cura, remanso de paz, balsa de aceite, santuario, confesora, amante silenciosa... Sanadora de espíritus. Luz en noches oscuras, cayado que guía y defiende al rebaño.

Virgen María.

Ahora sí tengo miedo.

"Soy la fe del ateo justo antes de morir" (Arri).



jueves, 4 de enero de 2018

Jackpot

Se hace la despistada. Me mira de reojo. Se atusa el pelo.
Vuelve a mirarme.
La miro. Sonrío.
Baja la mirada, se pone colorada y se tapa los ojos con la mano.
Sonrío.
Sonríe.
Se pone colorada.
Me entran los sudores.
La miro.
Me mira.
Sonrío.
Me sonríe.
Le guiño un ojo.
Me saca la lengua.
Le lanzo un beso.
Lo coge y lo guarda.
Me lanza un beso.
Me quedo perplejo. 
Se acerca.
Se me acelera el pulso.
Saca una tarjeta con su número.
Me mira.
Se ríe.
Se coloca el pelo y la falda.
Extiendo la mano. 
Una caricia que me entrega.
Sale fuera.
La sigo.
Conversamos.
Me dice su nombre.
Le miento con el mío.
Tira de la hebilla de mi cinturón hacia si.
Huele como a azahar.
La boca a miel.
Me besa.
La beso. 
Brindamos con saliva por el fin de nuestras insulsas vidas.
Nos toca el Jackpot y somos ricos sin dinero.


miércoles, 3 de enero de 2018

Incendios

Allí donde todos los que apoyábamos el codo nos sentíamos incompletos, donde mirábamos demasiadas veces el fondo del vaso de tubo o de pinta, donde el humo inundaba la escena creando una niebla densa. Allí donde ardíamos cada noche. Donde las cenizas de los recuerdos tiznaban el alma de negro y las pavesas de sentimientos revoloteaban entre los presentes buscando dónde pararse y a quién incendiar por dentro.

Allí mismo la encontré. Con la mirada vacía y el escote abierto, casi pidiendo que le abrieran el pecho y registraran en busca de un corazón que no sentía. La mano fría, las llamas en el interior.

Me miró casi con indiferencia, como otro loco más de los que frecuentábamos aquel tugurio. Dije tres tonterías. Sonrió. Fui a marcharme y me agarró la mano. Se acercó y me susurró al oído: 
- Incendiémonos esta noche, echemos un polvo y seamos mañana cenizas. 



Siento cómo me muerden el alma las fauces de la razón (Arri).