jueves, 21 de julio de 2022

Hiroshima

"Little boy" cae al suelo y se levanta un hongo hacia el cielo. En ese momento Oppenheimer cierra los ojos y frotándose la cara se pregunta si debió crearlo, pero ya es tarde para echarse atrás y lamentarse. Es tarde para pedir perdón. Inmerecido. Quizás innecesario. La culpa pesará sobre sus hombros el resto de la vida. 

Cuanto más hablaba con el psicólogo hoy, más sensación me daba de estar caminando descalzo sobre un terreno calcinado y radiactivo. No hay un porqué. Simplemente hay hechos. Hoy he sido por primera vez, sincero conmigo mismo en mucho tiempo. Me he cargado con demasiadas responsabilidades demasiado tiempo. Tanto que las rodillas se me han doblado, y he acabado claudicando. Hay rabia y mierda que sacar a espuertas. Ansiedad que domesticar, la misma que me lleva atacando semanas, la que me hace tener que sentarme en ocasiones, meter la cabeza entre las rodillas y respirar hondo. El alma pesa, joder que si pesa. Cuesta sonreír, y respirar. Como si te hubieran arrancado la alegría de un día a otro. 

El problema de no haber estado nunca en el pozo es que no sabes cómo escalar. Lo único bueno, es que me he dado cuenta que estoy dentro, y tengo unas ganas locas de salir.



"¿Ese es mi arte? Terapia, folios en blanco y una frase que se repite,
¿quién va a perdonarme?" 

lunes, 18 de julio de 2022

El Abismo

 Sentado desde la cornisa y con los pies colgando, viendo la oscuridad de mi calle, sólo interrumpida por los neones del hotel de enfrente. No hay guiris borrachos gritando por la calle, algún hijo de puta haciendo rally por las calles contiguas, posiblemente etílico y puesto hasta el culo. Miro a la luna, en un grito ahogado, intentando que me mire y que me cante una nana, o que me dé un consejo. 

"Creo que he petado". Así comenzaría mi credo. Demasiado estrés mantenido durante demasiado tiempo. Hay buitres sobrevolando mi cabeza y hienas que siguen mi rastro. Un monstruo que habita bajo la piel, que te atenaza en cada paso, que hace que tiembles en cada puta decisión, que te carcome por dentro, que te desfigura el rostro. Que hace que falles una vez tras otra, como una serie de catastróficas desdichas no aleatorias. 

Y me he sumergido en esa espiral, nadando entre las pulgas del perro flaco, queriéndome menos, odiándome más, asqueado de todo y de todos, respondiendo con un "bien" cuando quieres decir un "mal", sin saber la puta razón de este sinsentido. Estoy sin estar. No soy mi cien por cien, ni tan siquiera un sesenta. Me he hecho pequeñito, sin saber porqué. Y malo. Haciendo daño a quien me importaba. Ni reencontrarme con mis raíces me ha salvado. 

Como el cuadro de Picasso, con el barro hasta las rodillas, a hostia limpia a garrotazos contra mí mismo, en medio de una crisis existencial.


"Un día empiezas a rezar sin creer
A besar sin querer, a pesarte
Y pensar en salir a correr
A quererte mal, por querer verte bien"



viernes, 15 de julio de 2022

Cuando canten las chicharras

 Aún cantan, aunque el sol ya se ha ido, y únicamente se ven unos tímidos rayos de sol en el horizonte. Los colores malvas y anaranjados de su puesta, la luz cayendo, justo antes del luscofusco. Siguen cantando, no se acojonan con el ruido de mis pisadas, ni con mi respiración errante. Cantan, aún cuando se acerca el momento de batir sus alas, cuando se escucha de fondo el rugir del tractor del labriego. 

Y yo, como él. Observa el plantío, ahora arrastrojado, repleto de terruños, semejante a los retales de mi alma. Agarra uno y lo aprieta fuertemente, como si de su corazón se tratara, viendo cómo se deshace entre sus manos. Con la mirada dura, el semblante serio, ceño fruncido y una mueca de amargura en la boca. Se atusa la barba de cuatro días de las comisuras de la boca y se rasca la frente sudorosa, preguntándose, si de esta tierra, ahora polvorienta, brotará un futuro mejor. 

Aún cantan las chicharras. Y yo ya me he ido, con las manos colmadas del polvo de haber reducido mi propio corazón a cenizas. 





viernes, 1 de julio de 2022

Roots

 Llevo días mirándome en el espejo sin saber muy bien quién o qué es lo que refleja. Unas ojeras malva, un mar alborotado de rizos tricolores, la sombra de un "he sido", las promesas de un "seré", un semblante serio, las arrugas del estrés, un sollozo ahogado, un silencio gritado, una pena en el alma que pesa como una losa y que se disfraza de ansiedad, y quizás la puta realidad llamando a mi puerta.

Dije que dejaría de competir. Dije que dejaría de entrenar y de castigarme. Dije que dejaría de apretar tanto como para vomitar. Dije que no volvería a castigar tantísimo a mis piernas como para que fallasen. Dije demasiadas cosas. Y mentí.

He tenido que mirarme a las piernas, y ver las venas que surcan sus aristas, para darme cuenta de que el sofá no es mi lugar. Que aprecio el sufrimiento agónico, las pulsaciones altas, el esfuerzo máximo, y que siento nostalgia cuando lo experimento a cucharadas. Esas venas me han recordado el valor de lo distinto, del pelo largo, del rock a toda hostia en el coche, de ser un puto macarra con dotes de cultureta, de vestir igual de cómodo con una camisa de ciento veinte euros o del mercadillo. Por esas venas, corre mi esencia, aquello que jamás podré rechazar por in contra natura, la sombra de mis deseos, la luz de mis emociones. Por esas venas, circula la sangre monstruo dormido, que dudo mucho que supusieras siquiera existía.

¿Tienes cojones a conocerlo?


"Nada me detiene y ni me toca
No hay suelo debajo de mis botas
Y voy, dejándome caer
Dejándome llevar, dejándome la pie"