sábado, 6 de abril de 2019

Apuesta



Jugar al póker con Dios y el Diablo, 
y San Miguel como crupier, 
con unas alas rotas en el tapete 
y el corazón a flor de piel.

Sabiendo seguro que voy a perder, abridme el pecho, partid mis costillas, tomad lo único que queda, lo único que importó y lo único que ahora vale algo, mi alma injertada en el corazón, como una incubadora. Dios y el Diablo se miran y se echan a reír, no cubre la apuesta, pero la aceptan. Las cartas se voltean, y gano. Por azar y sin quererlo... al haberte entregado mi alma el día en que te conocí.

Viene caminando entre la bruma, en la barca de Caronte, con mi alma entre sus manos, protegiéndola como quien tiene un pájaro herido, sonriéndome pese a todo, con dulzura en la mirada y luz para derrotar a todos los monstruos que habitan en mi mente, con aires de esperanza que alborotan tu pelo desde detrás, bajas de la misma, y te acercas. Y coges con tus dos manos mi cara, llenando de paz mis guerras internas, y besándome consigues insuflar el valor para vencer a todos mis miedos.

Que tus manos busquen a las mías,
y choquen las alianzas de nuestros dedos,
que halle en ti la otra mi otra mitad
y escuchemos nuestros latidos
por el resto de los tiempos...


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Monzón


Que venga un temporal y borre todos tus miedos.
Que la lluvia barra de tu piel todo el dolor.
Que los truenos ya no te aterren.
Que sean los relámpagos quienes iluminen tu camino en medio de la oscuridad.
Que sea el viento quien seque tus lágrimas.
Que tu voz ruja fuerte en la tormenta, gritándole al mundo que sigues de pie.
Que el barro no se pegue a tus zapatos, ni se hunda bajo tus pies.
Que tu piel se vuelva adamantina y el frío no se adhiera a ella.
Que los temores salgan huyendo despavoridos al escuchar tus pasos firmes y decididos, y que sólo caminen hacia tus objetivos.
Que aprendas a la fuerza la importancia del “yo” y del “mí”.
Que encuentres una línea de vida en los desfiladeros más peligrosos.
Que tengas suerte.

Y yo seguiré aquí, sonriendo bajo la lluvia, con el alma cosida a balazos, la tez ensangrentada, manchada de hollín, viéndote caminar hacia adelante. Sin inmutarme, porque en ese camino el dolor y amor me enseñaron a vivir.

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"Y después de intentar cambiar
arrancándome los lunares de la piel,
sabiendo que ya no hay nada que perder,
terminar sonriéndole al espejo como acto de fe". 
(Arri)