sábado, 17 de octubre de 2020

Momo

Soy un niño vagabundo y harapiento que sigue a una tortuga anciana que habla a través de su caparazón. Muestra a cada una de mis preguntas una respuesta inconclusa escrito con sangre, mirándome con un hálito de compasión y displacencia. 

Caminamos por calles extrañas, atestadas de gente, en la más absoluta soledad, a excepción suya. Como si nadie nos viera. Invisibles para toda la humanidad. Ilustres ignorantes de los problemas mundanos de la sociedad. Aislados del ruido, inmersos en el humo de los coches, en los desastres de la pandemia, en los mares de mascarillas de colores y de distancia social. 

Casiopea, se llama, por cierto.

Me gustaría saber dónde me guía, y a veces dudo si ella misma lo sabe. Hemos atravesado calles oscuras, zonas empobrecidas y barrios lujosos, grandes avenidas, distritos que parecen ciudades, hemos estado en las peores situaciones y siempre hemos salido vivos. Es una brújula externa con quien tengo una conexión especial. 

Y ahora nos adentramos, una vez más, en la más absoluta oscuridad...