viernes, 31 de agosto de 2018

Índico

Estábamos en uno de esos sueños raros de los que nunca te quieres despertar.

Apareciste entre el mar y la arena, vestida de agua y sal, aún chorreando agua por cada uno de tus cabellos. Los ojos del color de las playas del Índico en Bali, la piel tostada y suave por la que las gotas echaban carreras suicidas hasta tocar el suelo. La sonrisa descarada y brillante, mientras te acercas a mí escurriéndote el pelo. 

Te sientas a mi vera, me sonríes y me acaricias el pelo, pasas tu mano por mi barba y te tumbas a mi lado. Mis manos empiezan a jugar con las tuyas, te busco las cosquillas y se te escapa una carcajada. Me abrazo a tus piernas y muerdo la parte de abajo de tu bikini, intentando quitártelo a bocados, sin vergüenza alguna. Sigo jugando con tu cuerpo, mientras tú juegas con mi corazón sin que yo me haya dado cuenta, y siento de cerca la serenidad y la calma, la paz más absoluta cuando me hundo en tus ojos, cuando me miras y dejo de sufrir por un momento.

De fondo el tic-tac del un reloj al que se le escapan los segundos, se le vuelan los minutos y se le destrozan las horas cayendo al suelo, como los besos que nos damos, que nos tiramos, que se nos olvida darnos, como las caricias que con arena pintamos en nuestras pieles. Y te despides de mí con un beso, diciéndome, que es hora de despertar...

Y desde entonces, todos mis insominios, llevan tu nombre.


"Los besos son gatos con más de ocho vidas" (Whisky Caravan).

sábado, 18 de agosto de 2018

Instrospección

- Creo que no deberías enamorarte de mí-dije apesadumbrado-.
- No entiendo por qué dices eso-dijo ella agarrándome las manos y mirándome a los ojos.
- Cierra los ojos y vuela conmigo, te lo enseñaré -y la besé.

Empezaron a fluir los pensamientos, las emociones, los secretos más oscuros. El tiempo se paró. Nadie más en aquella estancia podía ver, oír o sentir lo que en ese momento ella experimentaba, todo aquello que yo ya sabía. Comenzó sumergiéndose en el abismo de mis pupilas.

Un vergel de emociones convertidas en torbellino donde la risa y el llanto se mezclaban, donde la alegría bailaba un vals con la tristeza, y la ira permanecía atada a una camilla como el Dr. Lécter. Una habitación oscura, un anciano escribiendo con pluma, en el suelo cristales rotos, una botella de vino vacía, dos guantes de boxeo con la piel descamada, una margarita deshojada, las semillas de los dientes de león junto con las pestañas sopladas. Un cristo boca abajo y girado contra la pared. 

Y entre la podredumbre, el llanto de un bebé que desconcha con luz la oscuridad de las esquinas, que transforma al viejo en joven, y éste cambia la pluma por los guantes... Asómate a su cuna. ¿Te has visto? Eres tú con de pequeñita. 

Abriste los ojos... y me ahogué en ese azul intenso que tienen tus ojos.



"El mar siempre vencerá a la roca" (Arri).