martes, 2 de marzo de 2021

El pozo de los deseos

Cada noche llaman a mi puerta, sin avisar, golpeando con fuerza con nudillos huesudos, cada uno de los recuerdos que compartimos. Se me anudan las palabras a la garganta y me asfixian, giro la cabeza, asintiendo tácitamente y diciendo "Joder, cómo duele", y empiezan a saltarse las lágrimas.

Necesito una cerveza y no pensar. Una serie de mierda. Ver el dolor en otros o sentirlo más fuerte. Gritar o tirar la vajilla por la ventana. No lo sé. Un abrazo, un combate de boxeo, un bofetón o un "tranquilo todo saldrá bien". Una mentira piadosa o una verdad llena de espinas, porque la verdad es que la hecho de menos. Echarle sal a la herida que escueza y cicatrice. Vomitar toda esta mierda y ser capaz de dormir. Sin tener pesadillas, sin que venga a verme en sueños, parar de darle vueltas a la cabeza, soltar la culpa que llevo encima, saltar el muro, nadar a favor de corriente, hacerle el amor al tiempo y que pase rápido, que me anestesie y borre lo malo. Que preserve lo bueno y jamás lo borre consiguiendo que no me hagan más daño...


¿Por qué no olvidamos? -dijimos-.

Porque no se puede -pensamos-.