viernes, 19 de enero de 2018

Purgatorio

Entré en su pecho de cabeza, sin anestesia, gritando, deseando ver toda la luz que transmitía su mirada, el resplandor incandescente del sol de su sonrisa, la brisa aterciopelada de sus suspiros, la vorágine exacerbada de sus deseos más primitivos, la suavidad de aquellos labios que había besado en más de una ocasión. Buscaba a la lujuria, presente en sus curvas, en cada centímetro cuadrado de su piel tostada, y a la alegría, a las ansias de vivir que de ella brotaban. 

Y una vez que estuve dentro, tuve ganas de salir corriendo. 

Dentro había oscuridad, los sonidos de animales desgarrando tripas y músculos, una vieja encorvada  destejiendo un abrigo hecho de olvido y dolor. Olía a rencor, era casi una presencia, que hacía que el aire se espesara y casi te asfixiara. La angustia de cuatro paredes que se ciernen a tu alrededor, la explosión vacía de palabras sordas, el ruido ensordecedor de los silencios más incómodos, veinte retratos de antiguos amantes, boca abajo y semicalcinados. 

Y entre tanto hastío y podredumbre, vi tu auténtico yo.

Estabas de espalda, mirando con nostalgia las fotografías descascarilladas de los recuerdos, suspirando y rezando a la vez para que se deshicieran entre las manos de tanto jugar con ellas, mirando al suelo compugida,
sin saber,


que si levantabas la cabeza,


 podrías ver el cielo lleno de estrellas.



Entonces me miraste. Y señalé al cielo. Sonreíste.
Me enamoré. No sé si tú también, o sólo éramos dos idiotas.
Fue el descaro de tu sonrisa al decir que estabas bien cuando necesitabas más puntos de sutura que yo.


 Que mientras sonrías.. yo no moriré (Bocanada). 



miércoles, 10 de enero de 2018

Ansiedad

La ansiedad oprime el pecho y me cuesta respirar, como una dominatrix con tacón de aguja en el esternón.

El demonio de dentro de mi cabeza no calla, me susurra al oído todo tipo de mierda. El angelito se fue o está fuera de cobertura. 

Me tiembla el pulso y aparece la jaqueca.
El peso de los actos pasados, los monstruos del armario y de debajo de la cama. Todos mis fantasmas han cogido cita previa y hora para venir a visitarme.

Intento abstraerme. Pensar en la nada. En la oscuridad más perpetua o en la luz más cegadora. Los pensamientos se arremolinan, se hacen un ovillo junto con los sueños, y devanan mi cabeza.

Tengo cáncer en el alma, una metástasis llamada miedo. El cuerpo lucha, pero no es suficiente. Te necesito a ti. 

Protectora, antídoto y cura, remanso de paz, balsa de aceite, santuario, confesora, amante silenciosa... Sanadora de espíritus. Luz en noches oscuras, cayado que guía y defiende al rebaño.

Virgen María.

Ahora sí tengo miedo.

"Soy la fe del ateo justo antes de morir" (Arri).



jueves, 4 de enero de 2018

Jackpot

Se hace la despistada. Me mira de reojo. Se atusa el pelo.
Vuelve a mirarme.
La miro. Sonrío.
Baja la mirada, se pone colorada y se tapa los ojos con la mano.
Sonrío.
Sonríe.
Se pone colorada.
Me entran los sudores.
La miro.
Me mira.
Sonrío.
Me sonríe.
Le guiño un ojo.
Me saca la lengua.
Le lanzo un beso.
Lo coge y lo guarda.
Me lanza un beso.
Me quedo perplejo. 
Se acerca.
Se me acelera el pulso.
Saca una tarjeta con su número.
Me mira.
Se ríe.
Se coloca el pelo y la falda.
Extiendo la mano. 
Una caricia que me entrega.
Sale fuera.
La sigo.
Conversamos.
Me dice su nombre.
Le miento con el mío.
Tira de la hebilla de mi cinturón hacia si.
Huele como a azahar.
La boca a miel.
Me besa.
La beso. 
Brindamos con saliva por el fin de nuestras insulsas vidas.
Nos toca el Jackpot y somos ricos sin dinero.


miércoles, 3 de enero de 2018

Incendios

Allí donde todos los que apoyábamos el codo nos sentíamos incompletos, donde mirábamos demasiadas veces el fondo del vaso de tubo o de pinta, donde el humo inundaba la escena creando una niebla densa. Allí donde ardíamos cada noche. Donde las cenizas de los recuerdos tiznaban el alma de negro y las pavesas de sentimientos revoloteaban entre los presentes buscando dónde pararse y a quién incendiar por dentro.

Allí mismo la encontré. Con la mirada vacía y el escote abierto, casi pidiendo que le abrieran el pecho y registraran en busca de un corazón que no sentía. La mano fría, las llamas en el interior.

Me miró casi con indiferencia, como otro loco más de los que frecuentábamos aquel tugurio. Dije tres tonterías. Sonrió. Fui a marcharme y me agarró la mano. Se acercó y me susurró al oído: 
- Incendiémonos esta noche, echemos un polvo y seamos mañana cenizas. 



Siento cómo me muerden el alma las fauces de la razón (Arri).