domingo, 4 de septiembre de 2022

Franziskaner

"Para algunos, la vida es cabalgar por un camino empedrado de horas, minutos y segundos..." - decía Robe Iniesta. Supongo que durante los últimos meses, vivir fue para mí exactamente eso, por no decir que fue un mero acto de supervivencia. Podría resumirse con una frase algo manida: "Una serie de catastróficas desdichas" que ahora, no vienen al cuento, pero que cuando verbalizo, dejan a los oyentes ciertamente perplejos. 

Y desde fuera, las cosas se ven de otro modo. Justo ese punto y esa perspectiva en la que ves el rompecabezas de una manera diferente, y todo comienza, misteriosamente, a encajar. Hacía mucho que no escribía. Hacía mucho que no conectaba con mis emociones. Y ahora mismo me lo estoy autoimponiendo. Sí. Ahora estoy mejor. No bien del todo, pero sí mucho mejor. He vuelto a sonreír. Aunque cada miércoles me remuevan las tripas por dentro. Estoy aprendiendo a autogestionarme, a ser capaz de no poder con todo, a cuidarme yo si nadie más lo hace. A valorarme más, a quererme. A pedir ayuda aunque sea tomando un café. A retomar las riendas de mi vida. A dejar de ser el titán Atlas. A sentir esa puta ansiedad que me comía por dentro y dejarla fluir. A respirar, contar hasta diez, o veinte. 

Y en ese proceso, me he dado cuenta de que mi mayor problema ha sido y sigue siendo esta esta puta soledad en la que te convierte ser el fuerte, el no quejarte nunca, el echarle huevos y tirar p'alante. Los fuertes... también sentimos, también tenemos nuestro corazoncito y tenemos días jodidos en los que sólo te sale gritar, o llorar, en los que te sientes perdido en un mar embravecido, en una vorágine de pensamientos negativos, y de la que sólo saldremos con un abrazo, con un brindis al sol y una palmada en la espalda, con un barrido de tripas y corazón, sacando la mierda que llevamos dentro. 


"El mayor de mis miedos soy..." (Piezas - Fulana)