No sé si te he dicho que antes de acercarme a hablar contigo, he ensayado treinta veces este instante por los pasillos de mi mente, imaginando cómo sería.
Disculpa si se me lengua la traba, no sé si es el alcohol, o los nervios, o la torpeza y oportunismo que tengo para joder estos momentos.
Le he rogado a Dios siendo ateo para que fueras algo más que un estereotipo, rezándole para que fueses otra especie en peligro de extinción como yo, que la tinta que llevas sobre la piel fluyera por tus venas y le diera forma a cada uno de tus pensamientos, que ese cuerpo de sirena fuera impulsado por una mente maravillosa dispuesta a comerse el mundo con los dedos.
Entonces se inclinó hacia mí sonriendo, silenciándome con un seseo viperino e imponiendo su dedo índice sobre mis labios. Se acercó a mi oído y en susurros me dijo "No corren buenos tiempos para los poetas. Me besó en los labios, se vistió de musa, me guiñó un ojo, me llenó la copa y me escribió un verso incompleto de Neruda: "...para tu libertad bastan mis alas..."
Quedé anclado a aquella barra esperando, haciendo un puzzle con los pedazos de su corazón roto, porque a los treinta no hay ningún corazón intacto.
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