viernes, 9 de junio de 2023

Generación Orfidal (Misantropía)

En un arrebato de lucidez o de irracionalidad surge de mí una profunda desidia, un hastío casi conmovedor y una misantropía plena. Hemos evolucionado hacia la generación de la imagen, de una verdad impostada detrás de una foto en las Malvinas, de una cena en París o un desayuno con diamantes, pero la realidad detrás de la foto es una vida completamente insulsa, un hondo deseo de agradar a gente que no conoces por intentar compensar una brutal falta de autoestima.

Ya no sé qué generación era, si la Z, la XX, o como cojones quieran llamarlo. El resultado es el mismo, personas frágiles como copos de nieve que han crecido en la mejor de las épocas, que jamás han tenido que esforzarse por nada, comodidad, sí, y debilidad. Nos han criado en la utopía de la sociedad de derechos, algo inherente y que no requiere nada en contraprestación. No nos hablaron de deberes, no nos lo enseñaron en la escuela, y, por supuesto, tampoco nos interesamos en conocerlo. 

Hemos menospreciado el tesón, vilipendiado el esfuerzo como medio de progresar en la vida, implantando la semilla del odio y la envidia hacia los demás, hemos asumido como cierta la idea de que "hagas lo que hagas, no servirá para nada, entonces, ¿para qué esforzarse?". Ahora, una generación blandita nos abrimos paso entre drogas recreativas y orfidales buscando un sentido en la vida. Hemos cambiado los valores antiguos por un relativismo tan atroz que no nos permitiría afirmar que el cielo es azul o que llueve para abajo. 

Desubicados, desdibujados, unas sombras de lo que se podría considerar un ser humano, la decrepitud del ser humano occidental, brotes de ansiedad con dos patas incapaces de aceptar que el mundo no es como lo imaginaron. Que las cosas, por mucho que te esfuerces, no siempre saldrán como deseas, y la vez, tan volcados en nuestros propios egos que nos negamos a aceptar que nuestra culpabilidad en nuestras malas decisiones.

Hemos aprendido a tomar decisiones, buenas, malas y regulares, pero sólo hemos querido aprender que las consecuencias de las mismas son nuestras cuando el resultado ha sido positivo. En cualquier otro caso, esa desdicha recaerá en otros, el azar, la suerte, el origen, la condición económica, la injusticia divina o social, porque somos el fruto de no afrontar la frustración de pequeños y no hemos sido capaces de asumir los efectos de nuestras acciones. 

Sí, la culpa es nuestra. Ya va siendo hora de afrontar el resultado de nuestras determinaciones. 



"Las buenas intenciones llenaron mis vitrinas de un vacío inmenso..." (Piezas & Lone)


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