lunes, 29 de febrero de 2016

El silencio de un árbol

Ese momento en el que una sonrisa es capaz de iluminar más que mil solsticios de verano, en el que una caricia es capaz de derretir la escarcha que la soledad dejó sobre la piel. Besos que funden la piel, que sellan el alma, que tatúan a fuego dos iniciales sobre la piel.

Al fin y al cabo, el Ayuntamiento cortará los candados de los cientos de amantes que se juraron amor eterno en este puente. Llegarán con sus cizallas y sus imanes, y romperán los amores y sacarán las llaves del fondo del río. Lo venderán para chatarra. Ese es el auténtico valor actual del amor. 

Encontrar lo fácil, abrir y cerrar, quedar y echar un polvo, o dos, o veinte, sacudirse los te quieros antes que cortarse los dedos tallando dos nombres en el tronco de un árbol. Jurar en balde. Prometer con la polla antes que con el corazón.  
  
"Después de que me fuera,
no encontré a nadie que me follara
tan sucia y tiernamente
como tú".

No esperes llantos, ni segundas partes, ni "te echo de menos", no. Interpreta eso como la más sincera y profunda declaración de amor que encontrarás jamás, porque eso significará que dejaste huella.



«Y los nombres tallados en mi tronco seguirán aquí, 
impasibles al paso del tiempo,
resistiendo mil verano, 
aguantando mil inviernos...»

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