Donde la luz no brilla y la penumbra lo cubre todo,
donde la oscuridad oculta el rostro y la conciencia,
donde tienes la suerte de no ver ni dónde apoyas la mano,
donde el olor agrio a orín lo impregna todo,
donde los rastros de sangre se pierden,
donde los trozos de corazones rotos la adornan todo.
Allí estaré,
con un tercio bien frío en la mano,
zurciendo los restos de intestinos
que un día soñaron con
ser corazón.
Allí estaré,
sonriéndote,
en el rincón más oscuro del bar.
.
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