[Tropezar en el camino
siempre fui mi especialidad favorita, aunque, a veces, fuera yo el que, tras
dejarme los dientes en el camino, lanzase esa piedra más adelante para
posteriormente volver a tropezar. En ocasiones fui lo suficientemente hábil
para no caer de bruces, en otras fui alargando la zancada hasta aterrizar con
las manos, y en las menos, caí en plancha.
Salir airoso siempre
fue una esperanza y nunca un hecho. Imagino que será la costumbre o la
probabilidad de jugárselo todo a una carta. Ganar, probabilidad incierta o sólo
un dato para la estadística. O puede que sólo fuera una ilusión, quién sabe.
Quizás ése sea mi
estilo, arriesgarlo todo y aprender a perder por enésima vez pero no hay vida
sin riesgo, ni ganancia. Uní los deseos más contrarios a la razón y los más
profundos del corazón. Encontré en los delirios de vino y humo la respuesta a
todas mis preguntas: Rosas, o sus pétalos. Intenté recuperar un equilibrio
vital baldío. Esperé a Nadie. Dominé el arte de imaginarnos. Olvidé las
promesas que me hice a mí mismo y te dejé un mensaje escrito en estas líneas.
¿Me dejas que te pinte
una sonrisa?
Ésa es la máxima
aspiración que tenemos los idiotas como yo. ]
Supongo que todos querríamos que un idiota nos dejase esa
declaración, aunque fuera de mentira.
"Lo que el ojo no ve, a veces, el corazón lo escucha".
No hay comentarios:
Publicar un comentario