Si le hubieses mirado de cerca y directamente a los ojos,
podrías comprobar que el jaspeado de sus iris marrones, no eran, sino los
pedazos de un alma rota. Aún así, le habrías visto sonreír, posiblemente porque
aprendió a entregar un pedazo a cada uno de los diablos que le carcomían por
dentro.
Era de ese tipo de personas que son capaces de sacarte la
risa con fórceps, y aunque tú te resistieras era imposible. Era un imbécil
capaz de enamorarse en un bar por una simple mirada.
Era hasta hoy.
Hoy le encontraron muerto en su cama. Boca arriba, destapado
y con los ojos abiertos, éstos seguían teniendo la luz y el brillo que le
hacían ser especial, como si el rigor mortis no le afectara. En su boca una
sonrisa y las manos abiertas, como esperando recibir algo o a alguien. Parecía
feliz.
Y sobre su pecho, reventado desde dentro, como si algo
hubiese hecho un butrón intentando salir, dos plumas blancas impregnadas de
sangre con una nota que decía:
"Cansado de esperar a quien me mereciera, salí a
buscarla yo mismo, y no volveré hasta encontrarla" - Pierre Cordis.
"Y dejó el corazón debajo de la cama..." - (Marea).
No hay comentarios:
Publicar un comentario