jueves, 11 de febrero de 2016

Jagermaister

Aún resuenan los estallidos de las granadas en mi cabeza, las detonaciones de los disparos y el ruido metálico de los casquillos golpeando contra el suelo. El olor a pólvora y la tierra volando por los aires después de que algún obús explotara cerca. Y el sonido de las ametralladoras y los gritos desgarrados, y al general Reasoning mandándome avanzar recio y firme contra sus trincheras y el alambre de espino. Aún recuerdo cómo aquel metal destrozaba mis ropas y rasgaba mi piel, y cómo se incrustaban en cada uno de mis músculos haciéndome sangrar. Aún recuerdo cómo las balas atravesaban mi cuerpo, una a una, y cómo se nublaba mi vista. Cómo hinqué las rodillas en el suelo y mi peso cayó hacia atrás, quedándome sentado, esperando ejecución y cómo caí hacia el lado desplomado hasta perder el conocimiento.

Pero no sentía nada. Sería por el Jagermaister.

Hasta que desperté en aquella cama, envuelto en telas ensangrentadas y la enfermera me miraba, con dulzura inusitada para mí y me susurró al oído:
"La guerra  es un amor entre dos bandos, el corazón y la razón, que jamás se extinguirá".

Después me besó los labios y salió de la habitación.

La guerra del amor... O cómo nuestro cerebro grita "¡Para!" y nuestro corazón chilla "¡Avanza!". La apuesta más alta, jugar a una carta, perderlo todo o ganarlo, esto casi nunca cambia.


Una aventura en pos de una ilusión mientras los fantasmas de las acciones pasadas siguen tu rastro como una jauría de lobos hambrientos. Ser el cazador o el cazado. El miedo al pasado, o al futuro.

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