jueves, 11 de febrero de 2016

En espera

Le vi sentado en un banco, con los dos brazos sobre las rodillas, la cabeza hundida entre las manos y la mirada perdida en el suelo. Suspiraba profundo. Esperaba con desesperación.

Esperaba un huracán que le devolviera la sonrisa, un vendaval de emociones, el latir de nuevas ilusiones, el temblar de las manos a la hora de echar el primer polvo, la vergüenza que da robar el primer beso, la complicidad de entrelazar los dedos o de dar un cachete en el culo caminando, la alegría de volverse a ver, de correr hacia unos brazos abiertos y unos labios que piden guerra. El sudor del sexo matutino, desayunarse a besos, las caricias que erizan la piel, las miradas entre las jarras de cerveza vacías, el rubor de darse los besos en público con las ganas locas de pregonar que eran uno. Caminar bajo la lluvia amarrados por la cintura, reír como niños saltando charcos, leer cada uno de los recovecos de sus cuerpos. Sonreír porque sí. Caminar por el monte, mirar al pasado y descojonarse, levantar la vida a cuatro manos. Sujetarse cuando quieres saltar al vacío y la certeza de que, aunque caigas, siempre tendrás un arnés de seguridad.

Esperaba muchas cosas. Lo vi en sus ojos. Me senté a su lado un instante y le golpeé en el costado mientras le cantaba la frase de Iratxo:
- "Donde hay ganas, es que quedan resquicios de todo...". Aún te queda mucha espera.


Después me levanté y proseguí mi camino, sin darme cuenta que le estaba hablando a mi yo de hace tres años. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario