sábado, 13 de febrero de 2016

Amanecer

Apagar el despertador, levantarme y bostezar. Rascarme el culo mientras voy a dar la luz de arriba y levantar las persianas. No he comido techo, si soñé o fue agradable o no me acuerdo.

Hoy hace sol y no hace casi viento y una temperatura agradable. Empieza a hacer calor y ya te sobra casi la sudadera. En mangas de camisa o camiseta se está bien.

Desayuno en mi taza favorita leche con colacao, esa en la que pone "Lo único imposible es lo que no intentas". Parece mentira, pero las María Oro no se parten ni vienen descuartizadas en el paquete. Tampoco el cepillo de dientes eléctrico está bajo de batería. Los megas del teléfono no se han gastado y eso que estamos en la última semana del mes.

Sigo sin ser rico, no he acertado ni un puto número de los euromillones, pero me da igual y sonrío. Tengo ganas de salir a la calle. Me visto, me pongo las gafas de sol y me voy a currar. No he pillado ni un semáforo en rojo y he encontrado sitio a la primera, justo en la puerta. Y así todo el día.

He firmado un pacto conmigo mismo: sonreír siempre, reír por todo y por nada, ver los problemas que surjan como un reto, no dejar de luchar, y cuando caiga, levantarme, sacudirme el polvo y seguir caminando como siempre.


Hoy va a ser un buen día, lo presiento, y por eso sonrío. 


Creo que muchas veces la cagamos centrándonos en todo lo que no tenemos, despreciando lo que tenemos y lo que somos, todo aquello que nos complemente y da un poquito más de sentido a nuestro existir. 

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