Recorre las calles de tu ciudad sin que te des cuenta,
invisible, observándote silenciosa, sin que ni tan si quiera sospecharas que
estaba ahí.
Te persigue sin darte tregua, te acosa, te besa la cara,
juega con el vuelo de tu falda. Acaricia tu pelo y te lo alborota, poniéndotelo
delante de la cara. Se cuela por cada uno de tus rincones, te atiere, hace que
te tiemblen las piernas como en un orgasmo. Congela tu nariz, insensibiliza tus
dedos, también los de los pies, agrieta tus labios y hace que tirites.
Ella se adhiere a tu piel como si de una maldición se
tratase.
Hoy miraste hacia atrás y creíste oír mi voz gritando tu
nombre, te temblaron las manos y te dio un vuelco el corazón y al girarte no viste nada, porque tan sólo era
su eco gritando a través de una teja.
Ella es mi esencia y yo, soy ella. Ella es una brisa del
norte.
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