martes, 5 de abril de 2016

Woody Allen

Después de follar y habernos corrido, en ese momento excelso cuando los dos cuerpos caen desplomados en el colchón, mirando el techo y sin saber muy bien qué decir, fue cuando me lo contó todo.

Me dijo que mis besos aún sabían amargos, que mis caricias olían a ternura rancia y a punto de caducar, que la miraba sin pasión, que mientras me la follaba a cuatro patas sonaba en mi pecho un paraíso de fragmentos de un corazón roto, que las palabras anudadas a mi lengua le hacían cosquillas en los labios mientras le comía el coño, que el sudor de mi pecho supuraba desesperanza, que adoraba que le agarrara el cuello con rabia mientras la masturbaba fuerte con dos dedos porque así veía el verdadero animal que llevaba dentro, y que el sabor de mi semen le recordaba al final triste de una película de DiCaprio.

También me dijo que ella sería capaz de cambiarlo, con una sonrisa. Y yo le respondí, mientras jugueteaba con sus pechos turgentes:

- Mejor que sea con una mamada, porque como dijo Woody Allen: "El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores que he probado" .


Después la besé, y a la abracé, hasta que se quedó dormida, y yo miraba el techo, sabiendo que a la mañana siguiente lo único que quedarían serían los condones por el suelo, los flujos en las sábanas y las dudas esparcidas por todos y cada uno de los rincones de su habitación. 


"Cada noche intentaba matar los latidos que llevaban su nombre sin conseguirlo..."
(Arri)

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