viernes, 1 de abril de 2016

Kintsukuroi

No has entendido absolutamente nada de lo que te he dicho.

Sí. Estaré ahí. Sí, te levantaré cuando te caigas. Y sí, cuando todo salga mal no dudes, ni por un jodido momento, que serán mis dedos los que sequen tus lágrimas, mis labios los que te besen, y mis brazos los que te rodeen consolándote.

Yo estaré ahí pero esa batalla no puedo librarla por ti. Eres tú quien debe luchar, quien debe llegar hasta el límite, quien debe apretar los dientes gritando, quien debe experimentar ese dolor tan intenso que te hace vomitar, quien debe sentir cómo tu alma y tu corazón estallan en mil y un pedazos.

Porque seré yo quien los una utilizando oro y besos, plata y caricias. Los japoneses lo llaman kintsukuroi, y yo ser yo mismo.  Quizás sea mi concepto más amplio de amar, o que, sinceramente, por fin me he dado cuenta de lo rematadamente gilipollas que soy, por eso he decidido no luchar por nadie.  

"Creo que el ser humano se perdió el eslabón de la evolución que le permitía alejarse de aquello que le hacía daño"  (Arri).




A los diez mil millones de cobardes que hacen mi existencia en este mundo más valiosa

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