Me hice una coraza con todas y cada una de las sonrisas que
te robé. Blindé mi piel con los besos y caricias que me regalaste. Como yelmo,
el huracán de suspiros que te provoqué, mezclados con esos pensamientos
lascivos que te hacían enloquecer.
Por escudo, el cariño vertido en tus palabras, y la calidez
de tu mirada. Mi fuerza residía en saliva, por eso me la dabas, por eso siempre
volvía a por más, y me ungiste una cruz con tus flujos en mi frente.
Mi valor fueron dos manos entrelazadas y la complicidad de
unos ojos que observaban cómo el mundo se detenía cuando nuestros cuerpos se
fundían en uno solo en la estrechez de una cama de setenta..
No me hacían falta armas para ganar esta guerra, la tuya y la mía, las de cama y almohada, si acaso,
algún verso desaliñado y desteñido, y los mordiscos en los labios para probar
el sabor del verbo amar.
Pero ahora... reina la paz.
"Te has colado, donde nunca habían entrado, en mi paz
interna, donde reina el caos..."
(Carlos Chaouen & A Contraverso - Deuda
Pendiente).
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