Escribía de manera frenética en el ordenador, con tanto
ímpetu que parecía que las teclas iban a saltar volando en cualquier momento.
En su cara el estrés y las ojeras, detrás del cristal de unas gafas de pasta.
Las uñas pintadas de un granate oscuro y el descontrol de haberse desmaquillado
a medias y con prisa. Respiraba agitada.
Él se aceró por detrás sigiloso y la besó en la mejilla
mientras apoyaba sus dos manos en sus hombros. Era uno de esos momentos en los
que no hacía falta decir nada. Masajeó un par de veces los omóplatos y le dijo
que la cena estaba lista.
Después de cenar se tumbaron un momento en el sofá y la abrazó
fuertemente. "Sé que hoy no es un
buen día, pero relájate diez minutos. Cierra los ojos, túmbate y disfruta".
Comenzó besándola suavemente en los labios, después la
mordió un poco el labio, mientras sus manos comenzaban a recorrer su cuerpo por
debajo del pijama. Bajó besándole en el cuello, con besitos pequeños, de esos
que hacen que se te erice el vello, y de ahí hasta morderle la oreja mientras
notaba cómo se excitaba poco a poco.
Sus manos bajaban poco a poco por su tronco, jugando con sus
pezones, deslizándose hasta sus caderas, y a aquel culo redondo que tanto le
gustaba. La ropa sobraba. Ella disfrutaba, y parecía que todo el estrés
acumulado desaparecía. La empezó a desnudar, mientras con su mano derecha
exploraba el tesoro que guardaban sus piernas. Se lamió los dedos mirándole a
los ojos y se los restregó por la vagina antes de introducirlos poco a poco. En
ese momento le mordió con malicia los pezones, y pudo escuchar cómo se escapaba
un gemido de su boca.
Le miró a los ojos mientras metía cada vez un poco más hondo
y más fuerte sus dedos. Ella le miraba excitada. Él acercó su boca a la suya,
sacando la lengua por fuera y jugaron con ellas por fuera. Él apretaba con más
fuerza dentro y ella lo notaba dando sacudidas y abriendo la boca y cerrando
los ojos.
Volvió a besarle el cuello, y bajó poco a poco, chupó sus
pezones y bajó dejando un reguero de saliva por su ombligo, hasta llegar a vulva
rosada, hinchada y chorreando flujos. Comenzó a saborearlo, introduciendo su lengua
poco a poco, lamiéndolo con fuerza desde fuera, mientras sus dedos seguían
haciendo prospección dentro de ella.
Ella se excitaba cada vez más y apretaba su cabeza contra
sí, pidiendo más y más. Él lo notaba y sonreía mientras le miraba a la cara.
Eso hacía que la libido le subiera aún más. Con una mano rodeaba su muslo y
empujaba hacia arriba sus pliegues de piel, dejando ver el clítoris. Él lo
chupaba con la punta de la lengua, jugando a dibujar sobre él.
Sus dedos se movían cada vez más deprisa dentro de ella y su
lengua. Ella gemía y encorvaba su espalda, sin querer que se despegara de ella
ni un instante. Empezó a temblar poco a poco. Gritaba cada vez más y más. Sus
piernas abrazaron su cuello. Su columna parecía ir a partirse. Gritó fuerte
echando la cabeza hacia atrás y cayó desplomada hacia atrás, con los ojos en
blanco sin parar de decir "joder,
joder, joder, joder".
Sus piernas se tambaleaban, su respiración se relajó.
- Creo que ahora puedes seguir trabajando, princesa - dijo
él.
"Todos nos merecemos a alguien que nos quite las penas con una buena dosis de sexo oral cuando tenemos un día de mierda..." - (Arri).