domingo, 12 de junio de 2016

Dafne

Ella le miraba mientras conducía, se mordía el labio, se notaba empapada, se abría de piernas mientras clavaba su pupila en su perfil. Él la miraba y sonreía, con la mano en la palanca de cambios. Ella la puso encima y sonrió, y se desabrochó el botón del pantalón, se bajó la bragueta, y le guió. 

Posó su mano sobre su sexo, mientras él notaba cómo se empapaba por dentro. Palpaba con inexactitud, mientras ella exhalaba fuerte y cerraba los ojos, agarraba fuerte su mano contra sí. Quería más y ahora.

El coche se detuvo, tirando del freno de mano. Los cinturones saltaron como un resorte y se empezaron a besar. Agarrándose de la cabeza, destapando la pasión velada, atrapada durante los kilómetros de carretera.

Ella agarró por encima su miembro, y después le arrancó el botón de un tirón. Quería sentirlo suyo. Lo agarró con una mano y se reclinó. Pudo notar cómo la sangre bombeaba aún cuando se lo metió en la boca y cómo él aceleraba su respiración por el placer.

Él le bajó el pantalón, y empezó a masturbarla con un dedo. Podía notar cómo los flujos corrían por dentro. Le agarró por el pelo, parando la felación y le susurró al oído "Quiero follarte ya". Ella le miró y le besó. Sonreía entre dos luces bajándose los pantalones y las braguitas.

Se subió encima a horcajadas, y le besó con la sonrisa pícara de adolescente mientras agarraba su polla erecta y se la metía dentro. Le besó mientras le penetraba y empezaban a bailar un vals. El de los locos. El del sexo de quince minutos en un coche con un desconocido. El del riesgo y el placer. El de los gemidos. El de sentirse cerca, muy cerca, tan cerca que podrían acabar ardiendo, envueltos en llamas, o ahogados en sus propios flujos.

Un mordisco en el hombro, un beso en el cuello, un bocado en el lóbulo de la oreja y la perversión de sentir la respiración agitada del otro cerca de sí. Un placer inigualable y un orgasmo incontenido. El semen brotando y sus flujos adornándolo todo. El olor a sudor y a sexo sucio y apresurado.

Y después, quedarse, durante unos segundos pegados, reposando un cuerpo sobre el otro, pensando si podrían acostumbrarse a esa sensación a diario.


"Lo único que faltó por correrse, fue el tiempo..." (Arri)


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