Algún verso olvidado de algún poeta olvidado me trajo desde
el mismo confín del olvido un recuerdo verdadero y una sensación real y
presente, mientras iba en metro.
Había recordado aquella extraña sensación, placentera, para
qué engañarnos, de caminar juntos, a veces agarrados de la cintura, y otras con
los dedos entrelazados. El sentir cómo el corazón bombeaba más fuerte cuando
follábamos besándonos y mirándonos a los ojos, y cómo los flujos lo impregnaban
todo, y aquél olor a sexo sucio y descarado al abrir la puerta de su
habitación.
Ella no se dio cuenta, y me preguntó por qué andaba distraído.
- No es nada, quizás sea el metro, que me atonta.
"Y si la noche fuera nuestra..." (E. Villarreal).
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