El corazón gritaba "corre" mientras la cabeza decía "espera", y una vez más, fue el corazón el que ganó la carrera, sin saber, que en la misma línea de meta comenzaba un agradable abismo. Un abismo en el que me he hundido más de una y más de mil veces, y al que parece que le he cogido cariño.
Mientras volaba por el aire, el corazón pidió, una vez más, perdón, y la cabeza, rencorosa fue quien espetó de nuevo un doloroso "te lo dije".
El suelo cada vez más cerca y la hostia cada vez más certera y seca. Lo único que me salvó de mi suicidio fue saber, que antes de lanzarme otra vez contra el precipicio, yo, ya estaba muerto.
"Acércate al oído, y dime, si conoces tú también ese abismo..." (Arri)
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