jueves, 30 de septiembre de 2021

Kamizakes

Clavó sus pupilas verdes en las mías, y nos quedamos a centímetros de besarnos, en silencio, casi sin respirar. Yo observaba cómo cambiaba de tono cuando les daba la luz, del color oliva al turquesa, intentando vislumbrar si dentro de ella había un corazón bonito o era sólo fachada. Noté algo extraño, algo le pesaba, como si su alma fuese plomiza, como si estuviese cansada, o más bien harta. Quizás los prejuicios, o los turnos de trabajo, o el no haber sido capaz de encontrar a alguien que levantara con fuerza esa capa plúmbea, esa oscuridad que tapaban sus ojos y que sólo los inconscientes como yo eran capaces de tocar y sentir, de una manera casi magnética.

Esa penumbra interior hacía que bailaran todos lo trozos de alma que yo sentía por dentro, y los movía poniéndolos a danzar, los atraía hacia sí, casi de manera involuntaria. Fue capaz de ver mi desaguisado interior, el peso de las decepciones y la desconfianza, el dolor que supuraba cada poro, aunque yo lo negara. Posó su mano en mi rostro, la calidez del tacto y la suavidad de su piel, casi mórficos. 

A mí, me salió abrazarla, como intentando abarcar toda esa oscuridad que atesoraba y hacerla más y más pequeña con el brillo de mi sonrisa gris. Esa que intenta vencerlo todo por fuerza y voluntad. Se fundió conmigo, casi auscultándome el corazón, en un momento mágico, como el luscofusco. Y nos besamos. 

Después supimos que llenos de defectos y de cicatrices, éramos perfectos, el uno para el otro, decidiendo inmolarnos viviendo hacia adelante, como kamikazes hacia el sol.


"Aprende a caminar dejando atrás todos tus miedos" (Desakato)

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