lunes, 4 de octubre de 2021

Femme Fatale

 - ¿Y tú? ¿Qué tienes que ofrecer? -preguntó desde detrás de sus gafas. 

La miré detenidamente, como el que explora un mapa del tesoro. Me encogí de hombros y respiré hondo. 

- El mal despertar del lunes, la apatía de los domingos, el ver llover desde detrás de la ventana acurrucados en el sofá, bailar en pijama saltando por la casa, una cena en un restaurante con estrella Michelín, un botellín en un bar cutre, de los de barra de aluminio y aceituna zapatera, de esos que están terriblemente fríos. Un refugio para los días de mierda, cogerte de la mano y salir corriendo sin dirección, un momento locura y un instante de seguridad, ser la cuerda y la cometa, la espada y el escudo, la parte más seria de tu sonrisa. Sacarte una sonrisa cuando te descuides, un apoyo y una polla dura mientras follamos en la ducha. La ternura de un beso en la boca entre polvos, un abrazo en la noche mientras respiro en tu pelo y mis dedos te hacen cosquillas por el costado. Pétalos de rosa y las luces tenues de velas por el suelo, una sonrisa pícara, un azote en el culo, levantarte en volandas y empotrarte contra la pared, mirarte a los ojos y decirte, que no sé cómo has logrado tocarme el alma si todavía no nos conocemos. Y quizás, lo más importante, un corazón de acero forjado que has conseguido que vuelva a latir, incandescente, bajo mi pecho. 

Me miró con expresión de incredulidad, con la cabeza apoyada sobre la mano.

- ¿Y te consideras buena persona? -preguntó titubeante.
- Sí - respondí. 
- Entonces el único problema que tenemos es que lleguemos a enamorarnos. 

Y en ese momento me di cuenta de que, aunque no quería, iba a caer de nuevo.



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