Hoy me he levantado saltando dos veces sobre el pie izquierdo, después de haber dormido boca arriba. Desconozco si lo hice por el patente dolor de brazos o era mi subconsciente queriendo que, como decía Kutxi, pintara tus ojitos en el techo. El olor a café, a molienda previa a su extracción, me ha despejado, y mientras me fundía con el humo que salía de la taza, lo he visto totalmente claro.
Voy a hacer un butrón en tu vida y a entrar haciendo ruido. Disparando
besos, lanzando granadas de poemas, plantando bombas de caricias,
secuestrándote el corazón sin pedir rescate por él. Voy a cambiártelo, y en su
lugar voy a depositar el mío. Sé que no te parecerá un gran cambio. Porque es
pequeñito y negro, y está roído y lleno de cicatrices, pero increíblemente
fuerte. Y lo mejor de todo, es que no tiene miedo ninguno al dolor ni a la
muerte.
Por eso corre ahora sin frenos ni lastres, directo hacia el
abismo, galopando la incertidumbre que dibujan cada una de tus curvas, hasta
llegar a la más bonita, la de tu sonrisa, dispuesto a suicidarse en ella, sin
preguntar si esto durará una noche o una vida.
"Sólo podrás de aspirar a todo cuando pierdas el miedo a quedarte sin nada" (Arri).
No hay comentarios:
Publicar un comentario