martes, 28 de septiembre de 2021

Dundee Croc

Su olor, impregnando las sábanas como si una parte de ella hubiese decidido quedarse a hacerme compañía el resto del día, el olor de su perfume y a su esencia, ese olor a mujer, a juventud, a rebeldía, a tierra mojada, a calma que se transforma en tempestad, a fuego crepitante que se violenta, a salitre y a mar. Ella, ella huele a pólvora y a rayos de sol...

La huella de su alma en mi boca, de sus besos con el gusto a tequila y limón, a cerveza fría de barril, a chicle de fresa y hierbabuena, a lambada bailada con la lengua, a pasión contenida que de repente estalla en mordiscos ensalivados. Los recodos de su cuerpo, el sabor de su piel en mis papilas, el bocado en su cuello y el seguir degustado cada punto de su cuerpo, el pezón rosado, acariciarlo con la punta de la lengua, en círculos, besarlos y morderlos, continuar bajando por su torso, dibujando una autopista por su ombligo hasta llegar a lo más profundo de su ser. Mirar hacia arriba, ver cómo sonríe y se muerde el labio, me tira del pelo y me aprieta contra su cuerpo. Disfruto mientras la devoro y no deja de mirarme, mientras la observo y comienza a retorcerse, gimiendo, apretándome más fuerte contra su sexo, poniendo los ojos en blanco cuando estaba a punto de correrse...

"La pedí que me quitara la pena y me arrancó el corazón" (Arri).

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