Que no sea el miedo. Que no decida por ti. Que no sea él quien te domine. Que hagas lo que hagas, sea por tu propia voluntad. Que no elijas dentro de la vorágine de los "y sis". Que no te guíe, tampoco, el omnipresente dolor. Él siempre estará presente en tu vida y formará parte de ella de manera inexorable, haciéndote crecer, a veces a marchas forzadas y otras con toques de atención, para que aprendas.
Que no se junten esos dos sobre tus hombros y empiecen a susurrarte al oído. Que no te digan que las historias están escritas, y que según comienzan, así terminan. Que no te coman la cabeza con sus "dejà vú" de ilusionistas. Que no enlacen las experiencias vividas con tu realidad. Que no desdibujen tu presente con ecos del pasado, ni tampoco intenten pintar un futuro con la sangre seca de heridas cerradas.
Levanta. Reacciona. Vive. Olvida. Ama. Olvida. Quiérete. Ama. Respira. Sólo tú eres el dueño de tu destino.
"Hoy te miré y me perdí en la inmensidad del mar azul que guardan tus ojos" (Arri).
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