Otra vez esos tambores de guerra.
Donde no hay lugar para la esperanza y la fe puso tierra de por medio. Donde no crece hierba, ni sentimiento y sólo graznan cuervos y grajas. Donde se cambia la sinceridad por el placer, y las mentiras son profundas y dichas a los ojos sin un ápice de titubeo.
Como una tormenta de verano estallando, empapándolo todo, con relámpagos iluminándo y truenos haciendo que el corazón se encoja a cada estallido, consiguiendo que las calles se limpien, como las almas de los zoquetes que como yo caminan a deshoras y sin paraguas.
Cuando se desaten gritos y golpes, y el sonido se amortigüe entre colchones y pestillos echados, y los muebles crujan hasta astillarse. Cuando los ríos de sudor lo empapen todo, y la sangre se acumule, casi hirviendo, luchando por contenerse dentro del cuerpo. Cuando las pupilas se dilaten y los puños se aprieten, como furia retenida, como rabia disimulada, como sábanas arrugadas.
Quien consiga cambiarlo. Quien tenga cojones a entrar en esta puta guerra de sexo entre almohadas. Quien venga armada hasta los dientes, dispuesta a llevárseme por delante, a troncharme el cuello obligándome a escuchar a otro corazón que late como el mío. Quien sea capaz de domesticar a todos y cada uno de mis demonios y también mis sentimientos, y decirme, cuando todo explote, que todo saldrá bien.
Sólo entonces, tendrás en la mano todo mi ser, y podrás decir que soy tuyo.
Pero lo dudo. Dudo de la valentía y de la confianza, dudo de los sincericidios postcoito, de los sentimientos que surgen a las pocas horas de conocerse. Observo mentiras veladas y dulces, y medias verdades, y el azúcar mezclado con cianuro de cada caricia y beso sobre mi piel.
"Y tú con tu boca en cualquier bar de copas, regalando besos, bebiendo la copa..." (Huecco y Kutxi - Idiota)
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