viernes, 23 de julio de 2021

La noche más corta

 Lo que comienza con una conversación inocua entre unas cervezas o un vino a media tarde y acaba cuando los camareros empiezan a recoger las mesas. Que las palabras se vean interrumpidas por el sonido metálico de las cadenas recorriendo las mesas, apilándose, como lo hacen nuestras pupilas, segundo a segundo. El plato girando en la mesa con la cuenta, y el "lo siento, tenemos que cerrar" como un mantra repetido hasta la saciedad.

Recorrer las calles oscuras, desérticas, donde ni las ratas se asoman, donde el amor miró para otro lado cuando las piernas se abrieron en portales, donde Dios y el Diablo jugaron al póker con las almas de unos simples seres humanos. El ruido de tacones, atenuado por los callejones, gritaba menos que la sonrisa pícara en el portal, invitando a subir a casa. Asentir con la cabeza mientras el corazón empieza a bombear sangre. El placer de lo simple. Hoy vamos a follar porque nos apetece, porque podemos, porque no tenemos ataduras, porque estamos vivos. 

Y del resto. Es historia. Entre gemidos y sudores, entre orgasmos y temblores, en el descanso del cigarrillo y la copa entre polvo y polvo. Y ver despuntar el alba, y los tímidos rayos de sol llamando a la puerta, con el cantar de los mirlos. Y el "no hace falta que te vayas" como una declaración de intenciones.

La intención de seguir repitiendo.


"Y como si una luz de freno le iluminase la cara, dio una última calada y sonrió sin decir nada" (Piezas).

No hay comentarios:

Publicar un comentario