jueves, 8 de julio de 2021

Ecdisis

Suena bonito pensar que somos el sueño erótico de otra persona, quizás la conozcamos o puede que sólo nos hayamos cruzado con ella durante unos segundos en la calle o en la frutería del súper o en la terraza de un bar mientras mirabas distraído el móvil cuando removías el café con hielo. Suena mejor que ser el amigo simpático, muy majo, aunque inevitablemente, también lo seremos, unos más frecuentemente que otros. 

Por eso deberíamos disfrutar más a menudo la excepción que confirma la regla, el triunfo de la gente corriente, el momento en el que los villanos ganan y consiguen hacer que te ruborices, que te coloques el pelo detrás de la oreja sin ser capaz de dejar de mirar a los ojos de un golfo honesto y que tapes tu sonrisa con la mano porque no eres capaz de reír. 

Y mudarnos la piel como los reptiles y vernos desnudos y sinceros. Y ponernos a follar como locos hasta que se nos incendien las almas, hasta que el sudor funda nuestros cuerpos, hasta que olvidemos cómo nos llamamos y de qué nos conocemos.


"Sudores fríos, por el pecho y por la espalda me recorren al follar contigo..." (Natos, Waor, Recycled-J).

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