sábado, 28 de agosto de 2021

Raguel (Ángeles y Demonios IV)

Me despertó el sonido de trompetas, como si una banda de música tocara bajo mi ventana. Y de nuevo, otra visión como las anteriores. Semblante serio, mirada dura, cabellos rubios y alas doradas. Sus manos reposaban sobre una espada que permanecía apoyada en el suelo.

- ¿A qué conclusión has llegado?
- ¿Sobre qué?
- ¿Tú qué crees…? Sobre todos los pensamientos que estás teniendo por las noches.
- Creo que los humanos, la mayoría, no tenemos palabra, que somos capaces de mirar a otra persona a los ojos y mentir, que somos seres egoístas por naturaleza y no nos importan las consecuencias que puedan tener nuestras acciones.
- ¿Palabras como la tuya? ¿La de cambiar y convertirte en algo que sabes que nunca serás capaz de ser? –dijo sonriendo.
- No me refería exactamente a eso.
- Ya lo has visto en tus sueños.
- ¿El qué?
- Que volviste a perdonar, o, al menos, no guardabas rencor. Y dudaste, no supiste qué responder y justo te despertaron los ladridos de los perros…
- Aparentemente, pero dentro sabes que sí.
- No sirves para estar enfadado con el mundo, aunque tengas que arrancarte un trocito de tu alma. Y creo que la respuesta a la última pregunta de tu sueño era un sí, aunque no llegaras a pronunciarla.
- No sé qué hubiese respondido a su pregunta. Y lo del alma… eso duele. Al final lo que consigues es hacerte inexpugnable. Como una cebolla, pero con capas de metal.
- Eso se llama miedo, o coraza, o ser inaccesible.
- O precaución.
- A los hechos me remito.
- ¿Te recuerdo lo que me pasó la última vez que me abrí…? Por ser bueno o rematadamente gilipollas. ¿Y sabes lo peor de todo? Que no dejo de preguntarme si algo de lo que dijo era real, o fue todo una puta mentira desde el principio.
- ¿Qué te dijo tu intuición cuando la miraste a los ojos?
- Que decía la verdad.
- ¿Entonces? Hay realidades cambiantes. Lo que puede ser verdad hoy, puede no serlo mañana, y en el mundo de las pasiones humanas, más todavía.
- Hay ciertas verdades inmutables, y no se pasa del blanco al negro porque sí. Salvo que el negro no fuera negro, ni el blanco blanco, y eso nos lleva a la mentira al egoísmo.
- Si fueras capaz de mirarte por dentro, verías que sí, por mucho que lo niegues. De hecho, a ti mismo te pasa, has pasado del no rotundo a la duda razonable –y soltó una carcajada.
- Independientemente de eso, creo que es preferible dejar un interrogante a asentir sin conocimiento. A veces, hay cosas en juego más valiosas que el oro, como el tiempo o la ilusión.
- No te quito razón –dijo asintiendo con la cabeza- sin embargo, ahí tienes la frase de Blaise Pascal. Al final todo se rescinde a la búsqueda de la felicidad y para vosotros, los humanos, es muy volátil.
- Pero no a cualquier precio, ni de cualquier modo. Tú decías Pascal, yo te digo lo que Huracán Carter “la escritura es un arma, y es más poderosa de lo que jamás podrá ser un puño”. Hay palabras, frases, que pueden llegar a doler más que las balas…
- Y otras que pueden llegar a sanar el dolor más profundo.
- Esas nunca las he escuchado pronunciarse.
- Aún… Aunque sientas que no merezca la pena nada y sientas que por dentro sólo hay ruinas como en Alepo, ahí debajo hay oro. Sólo hace falta alguien que sepa encontrarlo –dijo posando su mano en mi pecho. 

Empecé a notar un calor extraño por dentro, se me empezó a nublar la vista y noté que perdí la conciencia. Hasta que volví a despertar en mi piso de Madrid, entre sudores, con el ventilador puesto y la marca de una mano en mi pecho.


"Que son mil abrazos que me han dado y ninguno me ha juntado, los pedazos que hiciste de mí..." (Ekko).

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