En cada noche hay un punto intermedio, entre la vigilia y el
sueño, que aprovecho para imaginarme un futuro menos incierto, quizás muy
lejano, o quizás no tanto.
Imagino que corremos desnudos por la playa y otras veces nos
bañamos en pelotas en las charcas de la sierra. Imagino el sabor de los besos,
la mitad de ellos salados y la mitad de ellos dulces. Imagino tu cuerpo y el
mío abrazarse excitado, y cómo tus pezones tiesos acarician mi pecho. Imagino
mi mano agarrándote el cuello mientras te beso, y la otra acariciando tus
nalgas por debajo del agua.
Imagino tu rostro. Y tus labios gruesos, y tu mirada profunda,
y tu sonrisa perfecta. Imagino tu cara de ángel que esconde un demonio detrás. A
veces eres rubia, y otras morena, las menos veces pelirroja. En ocasiones tienes pecas, y otras piercings que atraviesan tu nariz, o tus labios, o uno de
tus pezones. Y te miro a los ojos, ojos del color del mar, o de la madera, del
campo en primavera o de la oscuridad del invierno.
Y a veces, hasta tengo el valor de ponerte nombre, y salir a buscarte...
"Siempre me
imaginé leyendo este tipo de cosas a una niña de veinte años a la que le cuesta
dormir por las noches..." (Arri).
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