Cuando te vas haciendo viejo (o mayor) te vas dando cuenta
de lo fácil que era la vida cuando eras un crío porque te percatas de lo duro
que puede ser llegar a tomar a una decisión, y afrontar las consecuencias que
se derivan de las mismas.
Lo bonito que es equivocarse y lo que duele aprender a base
de golpes.
Y también aprendes que cada golpe deja una cicatriz, y que
cada cicatriz se puede leer, y que de esa lectura puedes sacar una enseñanza.
Lo irremediablemente adictivo que puede llegar a ser hacer
lo contrario a lo que te dicta la razón y lo doloroso que es admitir ese error.
"Me di cuenta que ya no era un niño cuando tuve que
elegir el sabor de mi batido de helado..." (Arri).
No hay comentarios:
Publicar un comentario