Fuera llueve y ha empezado a hacer ese frío que se convierte en preludio del invierno, como el primer vaho saliendo de la boca al hablar. Como si por un instante enero hubiese llegado a las calles de Madrid, heladas y empapadas bajo la lluvia. Y tú y yo, empapados por dentro, conteniendo una pasión quinceañera desbordada, cuando ya pasamos los treinta. Como las musas de un sueño erótico, mordiéndonos los labios, arañándonos, maltratándonos en el mejor de los sentidos.
Se escuchan las gotas golpear contra la persiana, bajada, y entre las luces de dos candelas el aire se ha hecho denso, huele a sexo y a fluidos, a placer intenso, a gemidos y a sudor, a pecados cometidos sin ningún pudor ni resquemor. Las bocas se abren, los ojos se cierran, justo antes de llegar juntos al orgasmo, y un instante después, nos quedamos quietos, mirándonos a los ojos, pensando que podríamos acostumbrarnos a esto. Yacemos desnudos, y como por inercia, buscas mi pecho y yo tu espalda para acariciarte.
"Fóllame tan fuerte que mis miedos salgan corriendo, acojonados" (Arri).
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