Un Jackdaniels, un hielo, si puede ser el Single Barrel, mejor. El otoño se ha evaporado entre los dedos, hace un frío de cojones. El viento helado corta mi cara, cada vez menos expuesta por el vello facial. Hay incluso ciertos guiños a una barba de talibán, pero cuidada, será por eso que ayer me pararon llegando a casa y me pidieron la identificación. Miro el licor, desde detrás de la chupa negra de borrego.
Sonrío, mientras me paso la mano por el rostro y niego con la cabeza. Dentro de ella, un volcán de pensamientos y emociones. Y mi sonrisa contenida, la cara de tonto, aunque el cansancio se empeñe en apuñalarme la cara con crueles ojeras color malva y una apariencia de haber salido de un estercolero. Da igual, una imagen sigue dentro, dando vueltas, orbitando mi mente, preponderando al resto de circunstancias vitales. Una voz muy viva, un testigo de un intenso y corto fin de semana donde las calles de Madrid se fueron iluminando ante nuestros pasos, y la promesa de dos extraños que se besan en Colón: Sentiremos de todo, menos miedo.
Apuro el bourbon, dos tragos. Y pienso en cómo explicarle al que late dentro que va siendo hora de quitarse la armadura...
"De todas las flores que nacieron del vergel de mi difunto pecho, la más bonita, llevaba tu nombre" (Arri)
No hay comentarios:
Publicar un comentario