Decían los griegos que no te bañas dos veces en un mismo río. Que la vida es ese río. Y yo me reía.
Me he desadaptado. Ya no reacciono a tiempo al constante cambio, había hecho mis planes, imaginado futuros, me pilla a contrapié, tumbado en una hamaca en una playa de Jamaica. Todo se transforma. Mi cabeza ahora es Beirut. Había pensado y decidido, había creído ser capaz de abrir lo ojos y una puerta al cambio, necesario, para progresar, y es ahora cuando el futuro cierra la puerta delante de mí, recurriendo a la inviolabilidad domiciliaria.
Una maza y un ariete. Una carga de apertura. Una rosa con espinas. Un hasta luego que se escribe con lamentos. Darle la vuelta a la puerta y bajar los escalones que llevaban hasta tu corazón. Salir a la calle y bajar la mirada -este momento me suena-, ponerme los cascos escuchando canciones que no hablen de ti. Dormir en pelotas, que me arrope el frío y la soledad me folle tan duro que pierda el conocimiento, que tenga resaca de sentimientos al despertar, y que para ir a trabajar mezcle cafeína con pastas.
"Y es que combino tan bien mi carisma y el dolor..." (Natos, Waor, Recycled J).
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