Recorren tus manos con pulso firme mi costado dibujando
figuras sobre cada una de las cicatrices de las puñaladas que soledad impuso en
él, auscultas cada uno de mis latidos pensando si realmente mi corazón sigue
vivo o agoniza. Tus pupilas se clavan en las mías hablando más que las palabras
mientras las manos se entrelazan, y gritan lo que las bocas callan.
Las agujas del reloj se aceleran dando vueltas sin sentido,
robándonos el tiempo de los besos, las caricias y el sexo, haciendo que suenen
las veinte alarmas que van desde las 6.40 a.m. hasta veinte minutos después. El café recién hecho, el olor a pan tostado,
tus brazos rodeando mi espalda. Sonreír y besar con los ojos hinchados, ver y sentir a la mujer más hermosa del mundo
nada más levantarse a escasos centímetros de ti.
"Mírame y dime que no somos el más bonito accidente que jamás viste" (Arri).
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