viernes, 1 de julio de 2022

Roots

 Llevo días mirándome en el espejo sin saber muy bien quién o qué es lo que refleja. Unas ojeras malva, un mar alborotado de rizos tricolores, la sombra de un "he sido", las promesas de un "seré", un semblante serio, las arrugas del estrés, un sollozo ahogado, un silencio gritado, una pena en el alma que pesa como una losa y que se disfraza de ansiedad, y quizás la puta realidad llamando a mi puerta.

Dije que dejaría de competir. Dije que dejaría de entrenar y de castigarme. Dije que dejaría de apretar tanto como para vomitar. Dije que no volvería a castigar tantísimo a mis piernas como para que fallasen. Dije demasiadas cosas. Y mentí.

He tenido que mirarme a las piernas, y ver las venas que surcan sus aristas, para darme cuenta de que el sofá no es mi lugar. Que aprecio el sufrimiento agónico, las pulsaciones altas, el esfuerzo máximo, y que siento nostalgia cuando lo experimento a cucharadas. Esas venas me han recordado el valor de lo distinto, del pelo largo, del rock a toda hostia en el coche, de ser un puto macarra con dotes de cultureta, de vestir igual de cómodo con una camisa de ciento veinte euros o del mercadillo. Por esas venas, corre mi esencia, aquello que jamás podré rechazar por in contra natura, la sombra de mis deseos, la luz de mis emociones. Por esas venas, circula la sangre monstruo dormido, que dudo mucho que supusieras siquiera existía.

¿Tienes cojones a conocerlo?


"Nada me detiene y ni me toca
No hay suelo debajo de mis botas
Y voy, dejándome caer
Dejándome llevar, dejándome la pie"

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