He llegado al borde del camino, con los pies en carne viva, el pantalón roto y los nudillos sangrando. Tengo barro en la cara, mezcla de hollín y sudor. El pecho henchido y la cabeza a diez mil revoluciones por minuto...
Y en medio de esa vorágine, intento autoescindirme mentalmente. Como una de esas ranas que se diseccionan en las clases de biología, me desnudo intentando vislumbrar que subyace bajo la piel. Diseccionando cada emoción, cada gesto, cada palabra y cada sentimiento. Decoran la escena todas nuestras fotos, con una banda sonora de canciones extrañas que jamás escuché y que deja mi mente en blanco y sin encontrar ni una sola respuesta.
Sigo en el borde del camino, y escucho pasos por detrás de unas Vans desgastadas. La brisa me trae los recuerdos de tu perfume y como si fuera un espejismo, espero que tus manos aprieten las mías... Sin conseguirlo.
Y sigo caminando.
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