sábado, 15 de octubre de 2016

Vida

Aquella noche me quedé a dormir en sus ojos.

Le quité el precio a los besos, el miedo a las caricias y la ropa a la vida. Se quedó en cueros delante de mí, abierta de piernas, incitándome a recorrer con mis labios por última vez sus caderas. Vida se acariciaba el pelo y me atraía hacia sí. Me besó tan fuerte que cortó mi respiración, y agarrándome del cuello mientras me mordía el labio, me susurró al oído:

“No importa quién vaya o quién venga, siempre estaré a tu lado”.


Después me dejó respirar, y sin saber por qué, salí al balcón a gritarle a la luna. 


"Caras las noches que contamos las miradas,
y oscuros besos que parecen agujeros,
y un paladar herido a la mañana será eterno,
y la paciencia será el filo de un disfraz..." 
(Ferrán)

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