viernes, 1 de enero de 2021

Pareidolia

 Estoy sentado en el taburete con una taza de café en las manos, que desprende humo y aroma, la calidez que transmite no se expande por los pies. Tengo la cabeza a diez mil revoluciones por minuto y la mirada vacía. Estoy de cuerpo presente pero no de mente. Ésta está en algo parecido a Vietnam, hay explosiones y napalm, o tal vez un cuadro de Goya, "Duelo a garrotazos". O dos lobos luchando a muerte.

Rostro duro, pétreo, casi de rigor romano, mirada mate, imperturbable a los golpes que propina el del lado izquierdo del pecho. Vacío. Perdido en una vorágine de pensamientos, o siendo arrastrado por ellos. Observar al pared del patio interior, una mancha o un desconchón, y entre la pareidolia o la psicodelia, ver cómo se va dibujando un tiburón blanco. 

Escuchar el silencio riendo a carcajada mientras me susurra al oído las preguntas más incómodas que jamás nadie me hizo, siendo el mismo silencio quien las contesta. Suspiro y bajo la mirada al café. Solo, oscuro y amargo. Un trago y medio. Y dejar que toda esa oscuridad tome forma de gólem y comience a deambular por todos los pasillos de la memoria.

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