lunes, 11 de marzo de 2019

Lección de vida

Ni una foto de los pies mojándolos en la orilla, ni un rooftop en Madrid, ni un selfie en Gran Vía, ni los cócteles y las shishas. Nunca jamás un trending topic o un influencer. Siempre huí de la superficialidad después de haberla abrazado fuerte. Y aprendes. 

Te das cuenta que la forma en la que más bella es una mujer no es enseñando escote sino sujetando un libro, que para un polvo te sirve cualquiera pero que para compartir momentos la cosa cambia. Que más vale disfrutar el momento a postearlo. Que una Estrella en Sada puede saber igual que un Möet Chandon en París. Que si tienes la suerte de conocer a alguien que consiga que la sangre fluya a borbotones por tus venas tan solo con mirarte, debes cuidarla. Que el querer, por muchos rostros que tenga, es ciego. Que en estos tiempos que corren la locura es un bien pasajero. Que exprimiría cada segundo con las palmas de mis manos para pasar eones contigo...

Que la felicidad ni se compra, ni se pide, se lucha y se vive. 
Y que desde que tatué el dolor en mi cuerpo, me volví invencible.

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