Supongo que alguna vez os habrá pasado. Como en la novela que escribía Ricardo Darín en el Secreto de sus ojos, algo tan perfecto que puede parecer totalmente irreal. Casi como en una película antigua de esas que todos recuerdan con imágenes pero no con títulos, como ponerle rostro a una obra de arte desconociendo su autor.
Sí. Los milagros existen. Y también el éxtasis (y no en pastillas).
La certeza de encontrar todo lo que buscas detrás de unos párpados y un bonito acento norteño. La complicidad de dos miradas, la fuerza de dos manos apretadas, la sonrisa pícara tras un arqueo de ceja y un ademán con la cabeza, una conversación intensa detrás de una cerveza, y ver cómo van brotando, sobre ella, como las burbujas de la Estrella, puntos comunes que dibujan un futuro en braille. Algo que los ojos no son capaz de ver, y que hay que aprender a leer con las manos y el corazón.
Y dar gracias a la suerte, a Dios o al Diablo, por haberte puesto en mi camino, ahora nuestro.
"Y que un abrazo sea capaz de sanarte el alma..." (Arri).