Sentado en una azotea con los pies colgando, viendo el resto de la ciudad desde arriba, por el simple placer de sentir la inmensidad del vacío, con una cerveza bien fría al lado viendo atardecer.
- La felicidad no es tan difícil de encontrar - pensé.
Sigo vivo, respirando. Soy capaz de ver, de sentir, hasta de cantar tremendamente mal. Si me pinchas sangro, si me cuentas algo gracioso río, o algo triste y lloro. Sigue habiendo canciones que son capaces de producir desasosiego en el corazón. Y momentos de rabia y de ira.
Sigo teniendo la capacidad de amar, de querer a alguien, de ser capaz de dar hasta la última gota de sangre por dibujar una sonrisa en tu tez. Mantengo la ilusión, algo que las multinacionales se encargaron de vendernos prefabricado. Disfruto con las pequeñas cosas, como leer un libro mientras llueve y huele a petricor, de ver amanecer desde las montañas o de quedarme durmiendo hasta mediodía. Y si es contigo, lo disfruto más.
"Soñarte fuerte y que la distancia que nos separa se vuelva imperceptible".