En un patíbulo, encadenados de pies y manos y con argollas apretando sus cuellos, se presentan ordenados, uno a uno, todos mis demonios en fila ante tus ojos.
Son fieros y malvados, pintan el miedo en los corazones, aúllan improperios, proyectan ruidos indescriptibles que encogen el alma.
Y tú pasas delante de ellos, imperturbable, mezcla de nínfula y arcángel, con una espada flamígea a las espalda, con las alas de hierro y adamantina, dispuesta a acabar con ellos uno a uno, y salvarme del peor de mis enemigos: yo mismo.
"Como Homer, un patán con buen corazón" (Arri).
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