Recuerdo cómo con quince años nos tirábamos por los cortados
de la Labranza El Alto, con unas bicis de montaña que apenas frenaban, con un
casco que nos quedaba grande y sin miedo a despeñarnos. Cierto es, que alguna
vez hubo un susto, algún derrape y llegar a las doscientas pulsaciones
quedándote a escasos centímetros de una caída de diez o doce metros.
Años después, he vuelto a subir a aquella cima, y he vuelto
a asomarme a aquel precipicio. No había cambiado nada, mismo terraplén, mismos
saltos y misma caída, pero me he negado a bajar, autoconvenciéndome de que para
hacerlo, habría que estar loco.
Entonces, ha sido cuando me he dado cuenta de lo peligroso
que es hacerse viejo y volverse un cobarde, dejando que los miedos te dominen.
¿Cuántos quisieran volver a esos quince años? Yo lo tengo claro.
Elegiría volver a vivir sin miedo.
"Los pies al filo del barranco..." (Soge Culebra).
No hay comentarios:
Publicar un comentario