A veces somos un estado de ánimo. Otras, una sombra, imperceptible para el resto de la humanidad. Mi sensación, es que todos somos, o tenemos, una pequeña llama en el interior, ínfima, el tierno fruto de una chispa, que espera, incandescente entre la yesca, suspiro para crecer.
El viento de un suspiro, como el luscofusco del atardecer, pura magia que se transforma en un acelerante, en material inflamable, en el sentido de la existencia. El mismo que se torna refugio en la tormenta, que protege y cobija cuando la lluvia jarrea y el cielo truena y relampaguea.
Ese mismo viento que arrecia sobre cada centímetro de mi piel, y que se vuelve tempestad barriendo a los poetas de mierda de las aceras, haciendo que cumplan sus promesas: "Moriría por ti". Procede cabrón. Yo viviría por ella.
"Ayer quise hablar con mi yo de hace diez años pero se negó diciendo que no hablaba con extraños" (Piezas)